Memoria de las madres

En Ciudad de Guatemala se está celebrando un juicio contra los militares que desataron un conflicto armado interno que provocó miles de muertes y desapariciones, sobre todo en la región indígena Ixil. Ernesto es un antropólogo que trabaja para el instituto forense y su tarea consiste en identificar los cadáveres de las fosas. Una anciana le relata su dramática experiencia y a través del relato encuentra indicios de la identidad de su padre desaparecido.

Sobre una larga mesa de la Fundación Forense de la capital, poco a poco, se reconstruyen los restos óseos de un esqueleto. En la conjunción de los huesos radica, metafóricamente, el sentido de este sobrecogedor largometraje. Por un lado, la Justicia sienta en el banquillo a los responsables del exterminio. Por otro, un joven indaga en los testimonios indígenas y constata un pasado espantoso a la vez que descubre el infame legado de su padre. La película pasa de una visión colectiva brutal al estupor individual. Ernesto investiga mientras su madre le dice que deje a los muertos en paz. La verdad se coloca fuera de campo, pero se intuye la virulencia de las fechorías.

Todas las piezas encajan y el espectador queda abrumado por el horror. Escuchar a la población Ixil contar sus terroríficas experiencias y conocer el sufrimiento duele. El valor de las madres es dignísimo y el fondo del largometraje, valiente.