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En el verano de 1950, un informe de la Comisaría General de Policía de Logroño reconocía, como la mayor preocupación del ambiente público, el «continuo malestar» que motivaba la insuficiencia de la cantidad de pan que facilitaba el racionamiento: «El desaliento cunde otra vez entre ... aquellos, y son cada vez más numerosas las voces de los descontentos que no se ocultan en afirmar que poco se puede esperar de un régimen que es incapaz de dar pan suficiente a las clases más necesitadas que carecen de recursos para sustituir este alimento de primera necesidad».
Este es un fragmento del libro colectivo 'Esta es la España de Franco. Los años cincuenta del franquismo' (Ed. Universidad de Zaragoza, 2020), uno de cuyos capítulos está firmado por el profesor riojano Carlos Gil Andrés, uno de los historiadores de referencia a nivel nacional de la Guerra Civil y del franquismo.
Cuando los nostálgicos del Caudillo –Vox entre ellos– mienten descaradamente con las supuestas bondades de la España del Régimen, lo hacen retorciendo las cifras y sacando de contexto algunos logros, pero se olvidan del hambre, del estraperlo, de la ausencia de infraestructuras, del paro o de calles embarradas en La Rioja, incluido Logroño, hasta finales de los 70.
En el capítulo escrito por Carlos Gil queda plasmada la memoria de aquellas gentes que sufrieron –y no solo por la represión– la larguísima posguerra, como explicaba esta abuela sonserrana: «Mi madre siempre me repetía: Hija, me acordaré para toda la vida del tortazo que te di por pedirme 'pan, y pan, y pan, y pan...»,
Que no nos vendan cuentos.
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