Memoria de la democracia

Entonces yo tenía veintitrés años y era médico titular del partido de Rioparaíso, Burgos. Aquel miércoles frío y gris cogí el R-5 y me escapé a Haro para votar, por primera vez en mi vida, en el referéndum sobre el Proyecto de Ley para la Reforma Política. Impulsada por el presidente del gobierno y ex ministro del Movimiento (partido único de la dictadura franquista), Adolfo Suárez, la Ley había sido aprobada por el 80% de los procuradores de las Cortes franquistas en el llamado «harakiri del régimen» instaurado a sangre y fuego por Franco cuarenta años antes. Para su audaz empresa de desmantelarlo «de ley a ley a través de la ley», Suárez contó con el apoyo del Jefe del Estado franquista designado por el dictador (el Rey Juan Carlos) y la colaboración de destacados jerarcas del tardofranquismo como Torcuato Fernández Miranda, Landelino Lavilla, Miguel Primo de Rivera, Fernando Suárez y Manuel Fraga, entre otros.

El resultado del histórico referéndum, que legitimaba de un modo pacífico la liquidación de la dictadura y el advenimiento de la democracia en España, fue, con un 77,8% de participación, de 94,17% síes (95,2% en La Rioja), uno de ellos el mío. El 4 de enero de 1977 —día siguiente a mi boda— se promulgó en el B.O.E. la Ley de la Reforma Política que permitió celebrar el 15 de junio las primeras elecciones democráticas desde 1936, de las que surgieron las Cortes constituyentes que elaboraron la Constitución Española aprobada el 6 de diciembre de 1978.

Señores Sánchez, Iglesias, Casado, Abascal, Arrimadas, Torra, Urkullu, Rufián y demás gobernantes, mamones de las ubres estatales, cargos electos, políticos y politicastros en activo que el 15/12/76 no habían nacido o eran menores: ninguno de ustedes trajo la democracia a este país. Ni siquiera lo hicieron los González, Guerra, Carrillo, Ibárruri, Tierno, Camacho, Redondo o Tarradellas, que en 1976 ya eran mayorcitos. Miren, la democracia la concibieron, gestaron y alumbraron franquistas que podían haberse perpetuado indefinidamente en el poder y, en última instancia, la hicimos posible quienes aquel 15-D acudimos a las urnas para aprobarla, y nadie más. Esto es memoria democrática y lo demás pajas mentales. Preocúpense más por los que pueden morir hoy mismo por COVID-19 que por los caídos en una guerra hace más de ochenta años. Piensen en el futuro, mejoren lo presente y dejen en paz de una vez el pasado.