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No descubriré nada afirmando que el ser humano experimenta sus momentos más felices, o placenteros al menos, cuando algo entra o sale por alguno de los orificios que comunican las entrañas de su cuerpo con el exterior, lo que no significa que todo lo que ... pueda penetrar en o surgir de alguno de ellos resulte siempre agradable o gratificador. Dado que cohabitan tanto dentro de él como fuera, nuestro cuerpo ingresa o expulsa por sus conductos lo mejor y lo peor de su existencia. El oído lo mismo recibe las más bellas melodías que los titulares del informativo o el taladro del vecino; las fosas nasales aspiran tanto el perfume o la raya como el hedor o los jugos gástricos a través de un sonda; por la boca ingerimos el cenorro de Nochebuena que vomitamos horas después y el ano da entrada al dedo del urólogo y al colonoscopio pero también salida a la evacuación matutina cuya puntual regularidad tanta felicidad proporciona a partir de cierta edad. Pero estarán conmigo en que el deleite corporal más intenso que pueden experimentar un varón y una mujer emana de sus aberturas urogenitales y aledaños mediante procedimientos cuyos detalles huelga explicar.

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