El proyecto de Presupuestos del Estado para el próximo año se ha asegurado ya el primer paso para su aprobación por las Cortes al renunciar ERC y PNV a pedir su devolución. Las enmiendas a la totalidad presentadas por el PP, Vox y Junts –EH ... Bildu ha renunciado a hacerlo– reproducen el marco político en que viene desenvolviéndose la legislatura, sin que sea previsible que las discrepancias sobre distintas partidas pongan en riesgo la votación final. Allanada así la continuidad del mandato iniciado con la investidura de Pedro Sánchez en enero de 2020, resulta más dudoso que las Cuentas de 2023 encuentren tantas facilidades para su tramitación, dado que la vuelta a la disciplina presupuestaria en la UE en vísperas de elecciones autonómicas, locales y generales dificultará sobremanera el entendimiento.

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Pero, aun despejadas esta vez las incógnitas políticas, el cuadro presupuestario que maneja el Gobierno carece de credibilidad en cuanto al capítulo de ingresos. El cierre del tercer trimestre con solo un 2% de crecimiento de la economía, según avanzó ayer el INE, confirma la revisión a la baja de todas las previsiones, salvo las del Ejecutivo, que se obstina en mantener en el 6,5% los pronósticos para este año de los que parte el proyecto. Además, el presente ejercicio siembra dudas sobre el comportamiento de 2022, sin que haya seguridad alguna de que la recaudación tributaria sea capaz de sostener la inversión y el gasto consignados, así como las estimaciones de deuda y déficit.

Es posible que el Gobierno pueda atender los requerimientos de sus socios de investidura tanto en lo que respecta al cumplimiento de compromisos anteriores como al encuadre ahora de las demandas de quienes le aseguran la tramitación parlamentaria inicial de las Cuentas. La subida de los precios y el desabastecimiento explican parte de las dificultades a las que se enfrenta, constatado el retraimiento del consumo a pesar de que el tercer trimestre coincidió con las vacaciones estivales y la desescalada hacia el inicio de curso. Pero es más que probable que el cuarto trimestre reproduzca con creces los obstáculos inflacionistas que la reactivación se encontró ya en verano, con lo que las perspectivas más optimistas para 2022 se harían realidad si acaso en la segunda parte del año, siempre que se modere el IPC, se restablezca el flujo de productos y componentes y hayan surtido efecto las ayudas europeas.

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