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El hecho de desear algo no debe suponer un proceso de idealización. Eso me ocurre con mi próxima maternidad. Les pondré en contexto. A mi pareja y a mí nos costó poco alcanzar ese estado. Apenas en dos meses vimos lo positivo que cambiaría nuestras ... vidas. Nos lo tomamos con cierta tranquilidad. Nuestro confinamiento por COVID nos permitió asumir la noticia y empezar a hablar con sosiego del gran reto que teníamos delante: «Vamos a tener un bebé». Ese estado de paz duró hasta que empezamos a dar la noticia, momento a partir del cual la maquinaria social comenzó a moverse. Fue anunciarlo y romperse la burbuja de paz mental en la que vivíamos.
Grandes dosis de amor y cariño recibimos. Nuestra gente se volcó en desearnos todo lo bueno que se pueda desear. Un bebé es una gran noticia si es buscado, como es nuestro caso. Sin embargo, también se posaron en mí las consecuencias pesadas de mi embarazo. Supongo que el padre de la criatura vivió lo suyo, pero no soy quién para hablar por él y, además, la vivencia no es comparable. En mi caso, se esperaban respuestas enlatadas sobre la gran felicidad que debía sentir a cada minuto, la emoción que debía embriagar todo mi ser, el pensamiento único alrededor de ser madre olvidándome que también soy mujer. Por decirlo de alguna manera, no soy una madre típica ¿O sí que lo soy?
A pocos días de dar a luz puedo decir que he tenido un embarazo tranquilo, sin grandes dolencias y que me ha permitido llevar mi vida prácticamente igual que antes. Pero eso no significa que haya sido un proceso fácil y grato. Ni para mí ni para ninguna mujer que haya vivido esta experiencia. Es cierto que es muy emocionante sentirle, saber que tienes a tu hijo dentro de ti y que eres todo lo que necesita para estar bien. Pero no es sencillo lidiar con las patadas en sitios no gratos de mi interior; sentir un cansancio diario superior al de cualquier otra etapa de mi vida; afrontar en el espejo todos los cambios estéticos y los de la salud; despertarte un día y ser consciente de que hay otra tarea más para la que necesitas ayuda; sentir la responsabilidad de que cualquier pensamiento, palabra, obra u omisión puede tener consecuencias en él; lidiar con la intranquilidad de no sentirle y pensar en si habrás hecho algo que le haya perjudicado... hasta que vuelve a moverse. No es fácil y parece que si lo dices en voz alta te estés arrepintiendo de tu decisión.
No es el caso. Me siento afortunada de poder estar viviendo esto, ya que es algo que siempre quise ser, pero no nos confundamos, no es un estado de constante felicidad. No desayuno raciones de corazones y arcoíris. No vivo en una burbuja de amor constante. Mientras escribo estas líneas, mi hijo está divirtiéndose con mis costillas como si fueran un balón de fútbol. Así que, tal y como empezaba estas líneas, el hecho de desear algo no debe suponer un proceso de idealización. Tampoco con la maternidad.
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