Mátate a hacer la carrera de Periodismo...
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Para terminar siguiendo los pasos de cualquier parásito o parásita que haya llegado a ese falso paraíso que es la fama». Esta aseveración tan truculenta se la oí yo en una conferencia-coloquio al profesor de la Escuela Oficial de Periodismo Pedro G. Aparicio, un ... tío muy salado, socarrón, que veía crecer la hierba, y muy del régimen. Aquello, que entonces me sonó a exageración, he tenido oportunidad de comprobarlo en muchos casos.
Cualquiera que se acerque a una Escuela o Facultad de Medios de Comunicación se ve a sí mismo investigando asuntos tan apasionantes como el caso Watergate, haciendo un buen editorial para un gran periódico, rematando una jornada radiofónica o televisiva con una buena tertulia en la que se aporten ideas y sugerencias apasionantes. Pero esa bicoca no cae así como así.
Muchos colegas, por el contrario, emplearán su tiempo en seguir a gente famosilla para contarnos sus nulas aportaciones sociales, tal que los supervivientes de cualquier reality show, o un personaje tan mediático como Kiko Rivera, o las cuitas personales de un tal Miguel Bosé y no digamos nada del último fenómeno de Eurovisión, la cubana nacionalizada aquí y que atiende por Chanel. Su tercer puesto lo pusieron algunos al mismo nivel de alegría que si hubiera bajado ya de una vez el precio de la luz y la gasolina, o una subida de las pensiones de los abuelos o una mejora real no promisoria de la atención pública sanitaria.
A los premios Nobel de este año pasado no los conoce ni su padre, y no me extraña, en tanto que los que salen en el 'Corazón, corazón' de la Uno o en el 'Sálvame' de la Cinco ya son como de la familia. Se puede saber todo de ellos, intimidades y vergüenzas incluidas.
Recientemente dos sujetos supermediáticos se han quejado de la invasión a su derecho a la privacidad y a la intimidad, por parte de la prensa, de la radio, de la tele y de internet. Uno es Jonny Depp, cuya primera película suya que yo vi es 'Piratas del Caribe'. Bien para pasar un rato, sin más.
El otro fenómeno, Gerard Piqué, me es más familiar por el fútbol –ganó con España nuestro primer y último mundial– y por la cantidad de pasiones, la admiración y por la envidia que genera. Su compañera, su pareja sentimental, su esposa o lo que sea, de nombre Shakira, durante ese mismo mundial hace doce años se hizo superfamosa. No olvidaré jamás mientras viva una excursión que hice con chavales a Santander y qué quieren que les diga: al día de hoy todavía me despierto sobresaltado con el dichoso 'Waka-Waka', ¡qué pesadez, Dios mío! Menos mal que aquello era África.
Toda esta gente famosa que distrae al llamado gran público, ¿no han accedido a ese mundo privativo de la fama y del dinero por los empujoncitos (o empujonazos) que los medios les han ido dando, un día sí y otro también, hasta el punto de tenerlos en medio hasta en la sopa? Y en ese tiempo no se han quejado de nada que tenga que ver con su intimidad. ¡Faltaría más! Quien más quien menos, todo el mundo sabe dónde viven, cómo viven, qué visten, qué calzan, dónde se visten, qué amigos tienen, cómo se llevan con sus hermanos, con sus primos, con sus cuñadas, y así hasta el infinito. ¿Por qué se quejan ahora de invasión de su intimidad, si la perdieron desde el primer día en que se metieron voluntariamente en tal engorro?
Es cierto que hay algunos periodistas que se pasan más de un pueblo y son pesados hasta la saciedad queriendo saber todo de todos. Pero no es menos cierto que en general la profesión de informar, de formar y de entretener –para eso están los medios– la hacen, la hacemos, con bastante decoro y profesionalidad.
Lo que no quieres que se sepa, no lo digas, o no lo hagas. Y al final, siempre será válido aquello de que «cada uno en su casa y Dios en la de todos». Y termino sugiriendo a toda esta gente famosa que, ya que tienen tanto impacto mediático, se sientan un poco responsables del ejemplo que dan; y que tengan presente que pueden influir muy positivamente en muchos si son corteses, dignos, leales, fieles, compasivos, etc.
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