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La muerte impresiona, remueve por dentro, mueve los recuerdos y abre el libro de las ausencias eternas. Nunca más veremos, verán los que le conocieron y amaron, a ese pasajero que transitó al otro lado de la existencia. Es la rueda de la vida y ... lo entendemos por desgarrador que resulte. Pero, y ¿el asesinato? ¿Qué es la muerte provocada sin escrúpulos a golpe de ignominia y de maldad? Es la degradación del ser humano. ¿Y si hay ensañamiento? Entonces, es que la perversidad y la crueldad se han adueñado de esas mentes obtusas que no merecen llamarse bestias para no insultar a los animales.
Isam Haddour tenía 34 años y una bicicleta barata con la que iba de Oyón a Logroño a trabajar de repartidor. En el parque del Ebro le asaltaron cuatro hombres adultos y dos mujeres menores. Lo golpearon, le dieron patadas y se fueron. Según la policía, volvieron para quitarle lo poco que le quedaba, incluido su plumas nuevo, volvieron a agredirle y a abandonarle medio muerto en el suelo. Se fueron ufanos de la hazaña y sin ningún remordimiento. Así debió ser porque, según la Policía Nacional, fueron identificados por saltarse el toque de queda y uno de ellos, de 22 años, protagonizó un robo a los pocos minutos de la brutal agresión.
A Isam lo encontró un vecino, ocho horas después, todavía vivo. Previamente a la muerte, Isam padeció una larga y dolorosa agonía. Además de sentir que moría, tuvo tiempo de llorar su desgracia, de preguntarse por qué le ocurría a él. Es imposible evitar la náusea. Yo imagino a Isam volviendo a Oyón, pedaleando su vida y seguramente contento, con sus planes y su plumas nuevo. Subido en su bici iría fantaseando un futuro más grato que su presente. Nunca sospechó que la crueldad podía robarle lo único que poseemos: la vida. Solo su rostro risueño queda ya en las fotos de la familia. Esa sonrisa es una pedrada en las conciencias.
La maldad existe, no puede negarse, y se alimenta cada día de normalizar la violencia con la que convivimos y de banalizar los principios morales universales. Si no tiene valor la vida ajena, ¿qué mundo irracional estamos construyendo? Los seis salvajes han sido detenidos y la justicia condenará los delitos cometidos, pero como sociedad no podemos detenernos solo en el lamento, hemos de repudiar la violencia, todas las violencias a las que nos estamos acostumbrando sin avergonzarnos.
Pensamos ¿podía haberme ocurrido a mí, a mi hijo o a mi hermano? Cierto. El asesinato, la muerte violenta, nos recuerda que somos vulnerables y que algo estamos haciendo mal. Isam encontró la muerte cuando pedaleaba hacia el futuro a manos de seis potenciales (presuntos) asesinos que vivían agazapados en su propia miseria. Desgraciadamente a Isam lo olvidaremos porque otras violencias segarán otras vidas y ocuparán su recuerdo.
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