Juan Marín

No hay más preguntas

Jorge Alacid

Logroño

Jueves, 10 de septiembre 2020, 11:15

Conciliábulo de Concha Andreu y sus consejeros en el pasillo de acceso al hemiciclo: hoy juegan de visitantes. Les precede el equipo local, pilotado por su cordial enemigo Francisco Ocón, a quien acompañan Nuria del Río y Ana Santos, que luego se diseminan por los ... escaños del Parlamento según una singular escenografía incorporada al relato guerracivilista que distingue al PSOE riojano en este verano todavía más largo que el anterior. Llegan al fin a sus escaños Andreu y Ocón como capitanes de sus respectivos equipos, aunque evitando el saludo y cualquier tentación a confraternizar. No hay por lo tanto saque neutral porque hasta el presidente del Legislativo ha elegido bando. La imparcialidad es imposible.

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Alejados Ocón y su grupo del núcleo de poder, la sesión se inaugura con un curioso orden del día donde no figura ni una sola pregunta o interpelación socialista a su en teoría jefa de filas. Como metáfora del estado de ánimo que atraviesa esa bancada, insuperable: igual que toda pareja en trance de separación, ya no tienen nada que decirse. O ya se lo han dicho todo. No hay más preguntas, señoría.

El desarrollo de pleno llenará de razones a quienes se prodigan entre sí tanta frialdad desde el primer minuto. Andreu sale al atril a responder al PP sobre la crisis de Gobierno emprendida cuando se recrudecía el virus y argumenta que también han cambiado los ejecutivos de Galicia y País Vasco. Qué raro: uno juraría que allí se han celebrado elecciones... También ha habido cambios en Cataluña, pero esos no los menciona: Andreu no quiere la compañía de Quim Torra ni que nadie le afee eso de cambiar de alineación en cada BOR, esa desconcertante tendencia a la volatilidad que cuenta con algún imitador a otra escala. Porque también sabe que Andreu rima con Bertomeu.

Desde la tribuna, la presidenta reprocha a Pablo Baena que carezca del don de leer entre líneas: el portavoz de Ciudadanos se entera entonces que, como la inmensa mayoría de los riojanos, ha interpretado mal aquellas frases donde Santos lanzaba puyas muy severas a Sara Alba a cuenta de la gestión en las residencias. Andreu lleva razón. En el tiovivo que ha organizado en el Palacete se necesita con urgencia un manual con instrucciones de uso, que ayude a descodificar tanta ida y tanta venida. Sería muy útil por ejemplo para interpretar lo que ocurre a continuación, cuando regresa a su butaca. Ocón no se toma la molestia de aplaudir, DelRío también la ignora, Santos amaga con una leve ovación desganada que interrumpe en cuanto comprueba que acaba de sumarse sin quererlo al coro de incondicionales de Andreu alojados en el banco azul. Con mención especial para RaquelRomero, a quien la coyuntura ha convertido en jefa del club de su fans de la presidenta. Y se toma en serio su papel. Cabecea en señal de asentimiento cuanto toca y cuando no, el típico error de debutante con tendencia a la sobreactuación que irá corrigiendo a medida que cristalice esta curiosa aplicación del principio de Arquímedes a la política riojana: todo el espacio desalojado por Ocón queda ocupado por la consejera de Participación. Sin pausa pero con prisa.

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Reconfortada por el aliento de su recién ganada aliada, Andreu aprovecha para venirse arriba cuando tropieza en el orden del día con su momento favorito de cada pleno: la réplica al desmayado discurso del PP. Jesús Ángel Garrido se acaba de interesar por el grado de responsabilidad que asiste a un Gobierno capaz de prescindir de medio equipo durante la segunda ola porque detecta «falta de credibilidad». Conviene hacerle caso, porque en falta de credibilidad el PP acredita una honda experiencia, al parecer inagotable. Un flanco muy feble que se suma a la fea imagen que ofrece el conjunto de la vida pública regional, una debilidad tan evidente que Andreu evita ensañarse. Prefiere mantenerse fiel a la tradición según la cual cada ocupante delPalacete debe escudarse en ese par de coartadas (la herencia recibida, el célebre y tú más) que entre ellos se traspasan como herencia junto a la Vía-T. No hay más. Ni preguntas ni aplausos. Sólo esa frase de Andreu, cuando confiesa su asombro y su perplejidad. Un sentimiento compartido por sus administrados.

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