El anuncio de este viernes por la ministra Darias del fin la próxima semana del uso de la mascarilla en exteriores, reclamado ya por varias autonomías, representa un alivio en el hartazgo que arrastra la ciudadanía por efecto de la pandemia y constata, por añadidura, ... el repliegue de la sexta ola vírica. Pero ninguna de estas dos circunstancias benéficas exime al Gobierno de la crítica por cómo ha gestionado una medida tan relevante que, pese a ser desechada por buena parte de los expertos, sirvió para concienciar en su momento sobre el impacto de ómicron. Los hechos hacen sospechar que el Ejecutivo rescató la obligatoriedad de los protectores para Nochebuena a fin de no adoptar otras restricciones más severas, que cada autonomía acabó después por tener que aplicar ante el repunte de los contagios. Es censurable que el Gobierno sorteara el martes las dificultades para convalidar su decreto en el Congreso por la vía de enlazar las mascarillas a la 'paguilla' de las pensiones. Y resulta un despropósito que Darias haya anticipado este viernes en una entrevista radiofónica la retirada de los tapabocas después de haber dado pábulo a su continuidad y antes de reunirse con las comunidades, a falta de consenso.

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