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Mi cole de cabecera no tiene enfermera. Juega en el once titular con una hada madrina. Sale mi heredero de clase con una mascarilla imponente e impoluta que le ha prestado a fondo perdido tras declararle en ruina la que llevaba de serie. «Debo una ... mascarilla a enfermería», apunto en la Moleskine. De paso, calculo: cada mañana, una mascarilla en la cara y otra para después. A 55 céntimos la ración, 1,10 euros al día y 5,50 a la semana (lectiva). Tapabocas de uso obligatorio gravados al 21%. Con un par. Así que 0,95 euros para Hacienda, que parece poco pero no es una nadería. La ministra ha pasado olímpicamente de atender al Congreso, que le pidió un nanoiva del 4%. Que si la UE, que si yoquesé, que si queseyó, se excusa mientras se ocupa en subir el IVA a las cocacolas y las fantas. Por los niños gorditos. Habría sido más efectivo obligar a reducir el contenido de azúcar, presumo. Pero eso no recauda un real. Los refrescos hipercalóricos y las mascarillas, sí. Muchos.
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