Las mascarillas dejarán de ser obligatorias en el transporte público una vez que el Consejo de Ministros del 7 de febrero dé luz verde a la propuesta de la ministra de Sanidad, Carolina Darias. Pese a la recomendación europea, España era uno de los pocos ... países que mantenía esta restricción que estaba penalizando al transporte público, elemento clave de la vida cotidiana y al negocio turístico, cuando los datos epidemiológicos ya indicaban en los últimos meses una clara tendencia descendente. Hace prácticamente un año que la mascarilla dejó de ser obligatoria en entornos exteriores y dos meses después en interiores salvo centros sanitarios y transporte público. Todo apunta que 2023 puede ser el año del fin de la pandemia si se cumplen las pautas históricas que indican que una pandemia dura entre dos y tres años. Así fue en el caso de la conocida como gripe española de principios del siglo XX y las gripes de los años 50 y 60. El hecho es que la epidemia, pese a la situación en China, no cesa de retroceder mientras baja el número de casos y de test positivos. El virus encuentra resistencia entre la población porque las vacunas y los contagios le impiden progresar dado que la mayoría de los ciudadanos ha tenido contacto con el virus mediante vacunas o contagios y ha desarrollado defensas inmunitarias eficaces.
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Los casos graves están descendiendo y la OMS está lista para levantar la emergencia por salud pública al COVID-19 que fue declarada el 30 de enero de 2020. Pero también es prematuro afirmar que estamos ante la derrota definitiva de la pandemia. Eso solo se podrá constatar con el paso de los años. Mientras tanto, el coronavirus sigue siendo una enfermedad peligrosa para las personas de salud frágil o los no vacunados. Es por eso que no se puede relajar la vigilancia y la vacunación de los más vulnerables porque las vacunas protegen contra los síntomas más graves y contribuyen a frenar la extensión del contagio. La medida de mantener la obligatoriedad de la mascarilla en centros sanitarios y sociosanitarios parece una decisión prudente en ámbitos donde el virus, todavía activo, podría hacer más daño. La mascarilla ha sido un elemento muy útil y seguirá siéndolo. Aunque deje de ser obligatoria, la cautela aconseja que las personas con sintomatología respiratoria o que tengan contacto con pacientes vulnerables ante virus respiratorios sigan utilizándola para extremar las garantías ante un COVID que está en franco retroceso pero no ha desaparecido.
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