Tolstói en Lucerna
Hay algo revolucionario en tumbarse en vacaciones y no hacer nada, si aún sabemos
Marta San Miguel
Lunes, 1 de julio 2024, 00:51
Secciones
Servicios
Destacamos
Marta San Miguel
Lunes, 1 de julio 2024, 00:51
Este lunes, habrá quien no madrugue o se tumbe o se siente y note cómo una presión se desinfla en los oídos. La sensación física de estar de vacaciones es lo más parecido a masticar chicle en un avión cuando se inicia la maniobra de ... descenso, ¿pero descenso adónde? Aquellos que tienen las vacaciones en agosto sienten hoy el arreón de una última galopada; para los que leen estas líneas estrenando la mañana sin despertador, hay algo también de fusta, porque a falta de tiempo durante el año, ¿quién no siente la urgencia de usar cada segundo para descansar, disfrutar, probar, festejar, visitar, viajar, quedar, bailar, facturar sin sobrepeso?
De todos los que hoy están tumbados, envidio a aquellos que se atreven a perder el tiempo; esos que despliegan sin prisa una toalla que huele a armario cerrado y tocan la arena con los dedos haciendo ese ruido mayúsculo que solo es posible oír si te tumbas boca abajo. Envidio la serenidad de los que saben parar, de los que son capaces de echarse a un lado cuando todo empuja en una misma dirección, a los que eluden lo masivo. ¿Aún es posible sentir así el tiempo de descanso? Me lo pregunto al leer 'Lucerna', un relato de Tolstói ambientado en la pequeña ciudad suiza, donde estuve hace un año. Su visión literaria y mi recuerdo de turista chocan hoy sobre las páginas del libro editado por Acantilado que estoy leyendo. Recuerdo que en Lucerna vi a muchos viajeros moverse así, lentos y concomitantes, como afines a las montañas que brillan sobre el lago al que todos nos asomábamos para ver los visos glaciares en su luz. Mientras enfrento el primer lunes de vacaciones ajenas, leo la visión que de esa ciudad tuvo el escritor ruso, lo que allí le sucedió, y me pregunto si sabré viajar como él, el día que vuelva a hacerlo.
En un momento dado del cuento, Tolstói observa con distancia la belleza del paisaje, hasta que comienza a escuchar una música y algo le frena, le cambia: «En vez de la fatiga, la distracción y la indiferencia por todo en el mundo experimentada el minuto previo, de pronto me embargó la necesidad de amar, me sentía lleno de esperanza y de una inmotivada alegría de vivir». ¿Eso pasa al viajar o más bien al detenerse? ¿Sienten algo parecido ahora que el tiempo de ocio les obliga a abrir mucho los ojos y mirar rápido alrededor lo nuevo, a hacer del tiempo de descanso un tiempo activo? ¿Creen en la lentitud de las vacaciones? No sé lo aletargados que llegarán a su descanso, pero esto es lo que les deseo, que sean capaces de parar y, si es posible, de hacer del hecho de estar tumbado una revolución y no una pérdida de tiempo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.