Aún recuerdo el susto, la gigantesca impresión de estar viviendo un malentendido cuando una jueza secuestró un libro en España hace cuatro años. Dicho así, es posible imaginarte a alguien con pasamontañas apuntando al lomo de 'Fariña' hasta que terminara el proceso judicial por la ... supuesta vulneración del honor del exalcalde de O Grove, José Alfredo Bea Gondar, en la investigación periodística sobre el narcotráfico en Galicia que narra el texto. Pero fue un secuestro judicial. Después, la magistrada falló y el Supremo ratificó la sentencia a favor del autor y la editorial, Nacho Carretero y Libros del KO, y 'Fariña' fue libre. Nunca se ha comprado un libro con tanta efusividad: festejábamos una libertad que habíamos dado por sentada. Me pregunto si estos días que se celebra la FIL, la feria del libro más grande en nuestro idioma en Guadalajara, México, también se da por sentado el derecho a leer lo que uno quiere mientras suceden otro tipo de secuestros.
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El caso más reciente ha sucedido en Argentina, donde el Gobierno de Javier Milei se ha sumado a una campaña que pide la retirada de cuatro libros por la supuesta sexualización de menores: los libros son 'Las aventuras de la China Iron', de Gabriela Cabezón Cámara; 'Las primas' de Aurora Venturini, 'Si no fueras tan niña', de Sol Fantin, y 'Cometierra', de Dolores Reyes, autora de la que, por cierto, han publicado fotos de sus hijos diciendo que su madre es una pedófila, entre otras amenazas. Uno puede pensar que el conservadurismo mal entendido del populista presidente está generando este episodio reaccionario de señalamiento, una salida de pata de banco puntual como podríamos creer que fue lo de 'Fariña'. Pero estos libros censurados son apenas flecos en comparación a la alfombra que se extiende, por ejemplo, en Estados Unidos, y de la que habríamos de tirar porque lo que pisan allá poco tarda en ser nuestro suelo.
Según un informe de la Asociación de Bibliotecas de Estados Unidos, el año pasado se presentaron 4.240 solicitudes para retirar libros en bibliotecas públicas y escolares del país; el doble que en 2022, cuando hubo 2.571 solicitudes, la cifra más alta desde que la asociación registra esas reclamaciones hace dos décadas. Estados como Florida y Texas lideran este peligroso incremento, empujadas, según la prensa del país, por organizaciones conservadoras como Moms for Liberty. Yo no entiendo así la libertad, pero entre el cinismo y la incultura, vivimos con un sentimiento de indignación -ay, Stephan Hessel, si vieras en lo que hemos convertido tu libro- que huele a quemado. Piensen en Alejandría, si quieren, pero yo pienso en la mugre que hay debajo de algunas alfombras.
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