Parecía una bomba
La literatura negra nos explica la maldad, pero cómo contar el trampantojo del nuevo Pentágono
Marta San Miguel
Lunes, 27 de enero 2025, 00:03
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Marta San Miguel
Lunes, 27 de enero 2025, 00:03
Habíamos pedido una bomba, así se llaman las croquetas de tamaño desmesurado en los bares de Pamplona; sin embargo, cuando nos la sirvieron, el pincho venía en un recipiente de plástico que efectivamente tenía la forma de un explosivo. Siempre había llamado fritos, o croquetas, ... a esos colosales aperitivos de la gastronomía navarra, pero esta bomba era un trampantojo efectista, una masa brillante y deliciosa coronada por un pompón de carne mechada sobre el que vertían un líquido que empezó a echar vapor grisáceo, como si fuera a estallar. Pensé que la bomba se debía a esa interlocución que a veces tiene la gastronomía con los eventos, y como Pamplona estaba inmersa en su festival de literatura negra y policiaca, el Pamplona Negra, que suma once ediciones, quise trazar ese vínculo. Lo literario, lo narrativo y lo periodístico se mete en las costuras de las ciudades, de las casas, de cada uno de nosotros, incluso en lo que comemos, porque los relatos al final nos explican todo aquello que sucede, así que empecé a imaginar por los bares de lo 'viejo' pinchos de balas de chistorra, huellas dactilares en flores de alcachofa, análisis de sangre de pimiento rojo de Lodosa, autopsia de cardo.
El festival literario de Pamplona convoca anualmente el género negro, con miles de seguidores adictos a sagas repletas de crímenes, sangre, tramas corruptas, secuestros, asesinos, fines espurios, misterio y protagonistas que se enfrentan al mal y lo analizan y lo resuelven. No suelo leer este tipo de libros, pero al escuchar a sus autores entendí la devoción y el volumen de ventas que tienen porque detrás de los malvados y sus historias, detrás de la imposición de lo pérfido, hay un argumento que te ayuda a comprender la naturaleza de la maldad, hay un intento por aclarar la naturaleza de dicha maldad, como si fuera posible convivir con la brutalidad, el odio, el miedo, y a la vez comprender cómo funcionan los cuerpos de seguridad y la fe en las instituciones que nos protegen.
Me planteo empezar a leer con voracidad los nuevos libros de Rosa Ribas o Reyes Calderón, aunque no sé si hacerlo volverá más digerible el hecho de que un tipo como Pete Hegseth, antiguo presentador de la Fox con acusaciones de racismo, acoso sexual o alcoholismo, entre otras lindezas, haya sido designado responsable del Pentágono. Después de su ratificación por la mínima este fin de semana, tras haber prometido restaurar la «cultura guerrera», ya solo puedo pensar en cómo tragaremos esta bomba. Parece el inicio de un thriller norteamericano de Raymond Chandler o Dashiell Hammett, pero me temo que, esta vez, el trampantojo es terroríficamente real.
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