Ahora que llevamos una semana de furia callejera en la que se están recuperando del pleistoceno figuras ideológicas para argumentar las protestas (legítimas, porque en un Estado de Derecho así ha de ser), me voy a permitir hacer lo mismo, es decir, recuperar una figura. ... Pero no con la actitud del 'y tú más', que es la única contrarréplica que sabemos usar en nuestro actual nivel de debate, sino porque estamos faltos de lugares comunes donde reencontrarnos y José Luis Sampedro tenía esa capacidad, tan necesaria estos días, de poner la mesa para todos.
Publicidad
Economista y escritor, gran divulgador de las humanidades, hacía de sus intervenciones una profunda experiencia acerca de tomar conciencia de cómo vivimos y sentimos en un mundo regido por los mercados. «De las aulas salen más consumidores y productores que vividores, más súbditos que ciudadanos», decía el catedrático sobre la importancia de desarrollar nuestras capacidades personales y humanísticas frente a la imposición de lo rentable como único fin.
Ahora bien, si en algo hacía hincapié Sampedro era en la necesidad de convivir en las ranuras que nos dejan la política y su farfulleo, como si tuviéramos que ser capaces de sentarnos a la mesa con aquellos que piensan distinto sin tratar de convencerlos de que están equivocados. ¿Podrían? ¿Serían capaces de sentarse en la mesa si el de enfrente se refiere a usted como 'pepero' o 'sociata'? Si están a favor de la amnistía como mecanismo para avanzar en el diálogo de una situación metastásica, ¿podrían pasarle el pan a alguien que ve en este instrumento una bajada de pantalones por un puñado de votos? Y si están en contra de la amnistía, ¿llegarían al postre sin hacerle sentir al de al lado que su opinión lo convierte en un cretino aunque sea su padre, su amigo o su socio?
En una de las conferencias que dio en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Sampedro defendió que si queremos entendernos y comunicarnos, «no debemos perder de vista que el mundo de uno y el mundo de otro coinciden en muchas cosas, pero son muy diferentes. Yo tengo mi verdad, el otro tiene su verdad», y la verdad absoluta, dijo mirando al cielo, «se la dejo a los místicos».
Vivimos un momento histórico, y disculpen la frase hecha, pero si tras el 11-S se sustituyó la libertad por la necesidad de sentirse a salvo, con la polarización ideológica (desde Milei a los encapuchados de Ferraz, pasando por los disfrazados que tomaron el Congreso de Estados Unidos) lo que estamos sustituyendo es la civilización del pensamiento por las cavernas del instinto. Es posible pensar distinto sin devorarnos con las manos.
¡Oferta 136 Aniversario!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.