Las dos sillas
En la foto de una casa carbonizada en un kibutz sobrevive algo entre las cenizas
Marta San Miguel
Lunes, 23 de octubre 2023, 00:14
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Marta San Miguel
Lunes, 23 de octubre 2023, 00:14
Las dos sillas están en mitad del salón. Su posición es casi paralela, si no fuera por esa mínima orientación que tienen la una hacia la otra, como si una línea imaginaria emergiera de sus reposabrazos y las uniera a una equilibrada distancia. Si te ... sientas con alguien en una de esas sillas no te tocas ni te rozas las piernas, pero tampoco te sientes aislado, sino más bien invocado a escuchar a la otra persona, a oírla sin mirarla incluso, porque esa posición es la invitación a un diálogo que elude lo frontal, la incomodad de un cara a cara. Aún hay armonía en las dos sillas que se ven en la foto de una vivienda carbonizada en un kibutz.
Todo en esa casa ahora es negro, salvo un electrodoméstico que está aplastado. Hay burbujas de algún polímero que se ha solidificado y que da a la estancia la cualidad de las cavernas. El suelo es una alfombra de cenizas y la ventana es un hueco por el que se cuelan escombros hacia el salón, donde las dos sillas siguen en perfecta posición, aunque solo quede de ellas el chasis metálico con sus muelles helicoidales: el respaldo y el asiento son puro esqueleto, la carne evaporada, como todo lo demás, sin embargo, en la fotografía tomada por el periodista Luis de Vega hay algo que sobrevive y es su invitación a sentarte en ellas.
Acaso es porque esa casa es de Vivian Silver, una pacifista que llevaba décadas trabajando por la igualdad de derechos entre árabes y judíos, a través de charlas y publicaciones para hacer del entendimiento una garantía de paz entre Israel y Palestina. De nacionalidad canadiense, Silver llegó a Israel a finales de los 70 y en los 90 se mudó al kibutz de la fotografía; ahora, las informaciones apuntan a que ella es una de las rehenes de Hamás.
Me pregunto si los terroristas sabían que era Silver cuando arrasaron su casa, junto con las de los habitantes del kibutz de Beeri, a cinco kilómetros de la Franja. La activista relató por WhatsApp lo que estaba pasando a su hijo, que vive en Tel Aviv; le dijo que estaba escondida en un armario desde donde se despidió de él. De fondo, disparos y explosiones; después, el horror de 1.200 muertos y la posterior respuesta contra Gaza, pulverizada bajo los escombros de 98.000 viviendas, según la ONU. Queda la nada, pero también el chasis de las sillas de Vivian Silver, que se mantienen en la misma postura, como alargando esa línea imaginaria del diálogo.
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