Adiós
A veces hay que irse de la fiesta aunque seas el anfitrión, que se lo digan a Nadal
Marta San Miguel
Lunes, 14 de octubre 2024, 00:03
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Marta San Miguel
Lunes, 14 de octubre 2024, 00:03
¿Cómo se van ustedes de los sitios, de las vidas caducas, de los trabajos o las parejas; cómo se van de las cenas o de los grupos de Whatsapp; cómo dejan atrás aquello que los ha definido? Es muy difícil decir adiós. Al menos ... yo no sé hacerlo a la primera. Hace un año me despedí de algo muy querido y de alguna manera sigo sin bajar el brazo, como esos gatos del salpicadero del coche. Hay que saber decir adiós para irse de los sitios, para no ser el típico coñazo que va dando dos besos a todos los asistentes porque no sabe lanzar una bomba de humo y desaparecer, y la despedida se eterniza tanto, se alarga el proceso de tal manera que se contagia y cuando acabas de besar al personal, empiezan a irse todos. Es una habilidad lo de cerrar la puerta sin dar un portazo y tampoco lo de dejarla demasiado tiempo abierta como para que entre el frío, así que después de una semana en las que dos genios del deporte nos han dicho adiós, me pregunto si Iniesta y Nadal también tienen esa habilidad, además de las que ya sabemos.
Este verano, cubría los Juegos Olímpicos de París para este periódico y, entre periodistas de todo el mundo, en el partido de cuartos de 'Nadalcaraz' contra los estadounidenses Krajicek y Ram, la frase que más se repetía en la grada era que estábamos asistiendo al último partido de Nadal en tierra batida. Yo miraba la pista donde el manacorí había ganado catorce títulos de Roland Garros, lo veía pegar la pelota, correr, animar a Alcaraz cuando fallaba, y era imposible pensar que eso —'eso'— podía acabarse algún día. Perdieron, ya lo sabemos, y Nadal se despidió de los Juegos, pero ¿se despedía de qué se despedía en realidad durante los eternos minutos que duró el aplauso que le rindió el público?
En la zona mixta, cuando atendió después a los medios, alguien le dijo si acabábamos de asistir a su último partido en la tierra batida del Philippe Chatrier. Nadal levantó la ceja: «Eso lo has dicho tú, no yo», le contestó. Por desgracia todos lo intuíamos, también él, pero el último punto de su carrera lo tenía que meter el propio Nadal. Anunciar cuándo te vas colgando un vídeo en redes sociales y adueñarte del relato es cómo ganar un partido con un punto ganador y no porque tu adversario ha dejado la bola en la red. Que se lo digan a Iniesta que, una semana antes, anunció que dejaba el fútbol después de que Relevo se hubiera adelantado dando la exclusiva. Nadal se va tras una retahíla de lesiones que ha sido un poco como alargar los besos de una fiesta en la que eres el anfitrión: por mucho que tiremos de él para que siga en la fiesta, se va porque no le queda más remedio. Y esa ha sido su última victoria, darse cuenta de que le toca bajar el brazo.
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