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Los Gobiernos de España y Marruecos tienen que trabajar duro para superar los clichés y estereotipos simplones pero eficaces que se han heredado de otros tiempos y que los partidarios de boicotear las relaciones entre los dos países vecinos, que son estratégicas, construyen cada vez ... que tienen ocasión. La relevancia y trascendencia de las relaciones abarcan todos los aspectos. Desde los intercambios comerciales, la colaboración en todos los sectores económicos, sociales, científicos, culturales y deportivos, las energías renovables y las infraestructuras, el intercambio de turistas cercano al millón al año y, una garantía para los dos países y para la Unión Europea como es el control de los flujos migratorios y la firme y eficaz cooperación en seguridad y lucha antiterrorista.
Hay otros elementos que han contribuido a lo largo de los años a construir y fortalecer los lazos históricos, que no siempre fueron pacíficos, a coordinar los intereses estratégicos en una zona del mundo vital para la seguridad y la estabilidad internacional y a enfrentar y planificar el futuro en parámetros de complementariedad y aprovechamiento mutuo de las sinergias, en lugar del enfrentamiento y la competitividad absurda, como es el caso de los puertos. Durante muchos años el conflicto del Sáhara ha representado una delicada asignatura pendiente por la intención de neutralidad de los diferentes Gobiernos españoles comprometidos con el mantenimiento de un complicado equilibrio de las relaciones con Argelia, condicionadas por el gas, y con Marruecos.
A día de hoy coyunturas decisivas como una acertada e intensa campaña diplomática marroquí, los Acuerdos de Abraham y la invasión rusa de Ucrania han provocado la evolución de las políticas de numerosos países sobre el conflicto del Sáhara en favor de considerar una solución seria, realista y creíble la propuesta de una amplia autonomía del Sáhara bajo soberanía marroquí. El Gobierno español pasó de acoger al líder del Frente Polisario a reconocer las virtudes de la autonomía propuesta por Rabat, a pesar de sus socios podemitas de gobierno partidarios del Frente Polisario y la autodeterminación del Sáhara.
La junta militar que sigue gobernando Argelia rompió relaciones con España, pero no se atrevió a hacerlo con otros países como Alemania que también respaldan las tesis de Rabat. Su alianza con la Rusia de Putin y sus actividades en el Sahel, refuerza la decisión de la UE y de Estados Unidos desde hace 47 años de no permitir a Argelia y a Rusia una salida al Atlántico en un lugar tan estratégico como el Sáhara y ahora en Mauritania.
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