Esto era una rana, super-rana, que se creía la reina del mambo, si ya sé que he dicho chachachá pero ella era así, lo mismo bailaba mambo, danzón, tango o foxtrot.
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El caso es que la reina bailadora se fue a un festival de ... ranas saltarinas y casualmente conoció a otra rana muy bailonga de bachata que también era la jefa de todas las salsas.
Se cayeron bien, y la del mambo quedó con la bachatera en ayudarla a ser una batracia mambera-chachachá. No quedándose corta, la otra, por su parte, le prometió convertirla en una estrella de bachata.
Pasó el tiempo y ninguna llamaba a la otra, hasta que una mañana coincidieron y se dieron toda clase de excusas. Daba la casualidad de que ese día era el último del festival de la temporada y no queriendo quedar mal ninguna de las dos, acordaron ensayar en la habitación de una de ellas.
Ocurrió, por casualidad que a la bachatera se le daba muy bien el chachachá, lo cual, como comprenderás querido lector, suscitó el recelo y la envidia de la rana-maestra.
Casualmente a la rana chachachá se le dio también fenomenal la bachata y eso incendió a su profesora. Deseaban ganar a toda costa y renovaron sus esfuerzos practicando.
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Cansadas, decidieron reposar en sus respectivos dormitorios y retomar la práctica dos horas después. Por supuesto ninguna de ellas descanso, ambas se dedicaron a repasar y repasar los nuevos pasos y también a pensar y pensar.
Al cabo de dos horas iniciaron el bailoteo juntas. Una, da igual cual de ellas, pisó casualmente a la otra. Entonces, las maquiavélicas ideas que cada una por su parte había fraguado se pusieron en marcha como una maquina perfecta de engranajes.
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A una pisada, un retorcijón de palma, y así sucesivamente hasta que acabaron una encima de otra y al revés, y al derecho... Pasó la hora del inicio y casi la del final del concurso, si no es porque un camarero que pasaba por el pasillo oyó los ruidos y entró sin permiso alguno en la habitación donde encontró a dos anfibios maltrechos e incapacitados hasta para ponerse en pie.
El resto de batracios bailongos vieron con satisfacción más oportunidades para ellos.
Los respectivos fans que tan arriba les habían subido con los comentarios «instagrameros» de cada concursante las olvidaron inmediatamente y pasaron a adorar a otros ídolos bailongos.
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En cuanto a las ranas, debo decir con tristeza, que les pasó lo que igualmente pasa en nuestro, dicen humano mundo, que no escarmentaron y al año siguiente, se las volvió a ver en el mismo concurso, en la misma habitación y con peores artimañas.
¡Que mire usted bien, a ver si estamos rodeados de ranas chachachá! Ya lo dijo Shakespeare «¡Oh, qué hermosa apariencia tiene la falsedad!».
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