Ya saben cómo somos los abuelos, podemos vivir sin los hijos, pero no sin los nietos. El caso es que estando de vacaciones vimos un grandioso y artificial ejemplar de dinosaurio, ya suponen, queridos lectores, nos faltó tiempo para foto y envío al nieto con ... mensaje: «Nos ha preguntado por ti este dinosaurio y te ha invitado a cenar». La respuesta no se hizo de esperar y el niño de 5 años con su madre nos hicieron una vídeollamada: «Muchas gracias, abu, pero yo no conozco de nada a ese dinosaurio».

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Saben también que escribir esto no es para contar lo gracioso que son los críos, que sí lo son, y seguramente a ustedes (padres, abus o tíos...) les ocurren montones de anécdotas a diario. Es porque no puedo dejar de pensar en la lógica que tiene los pequeños, en cómo aplican lo que van aprendiendo a las situaciones. En la respuesta del pequeño, además de cortesía, había una deducción simple, cómo voy a ir a ver a alguien que no conozco. Una extensión de otros aprendizajes: no hables / no te marches con extraños, no cojas nada de quien no conozcas, etc. Tal vez me digan que el razonamiento no es tan bueno porque personifica a una estatua, pero ese es otro tema: la fantasía –realidad de los infantes. En lo que quiero hacer hincapié es en esa aplicación de la lógica que los mayores, no me pregunten porqué, vamos perdiendo y nos sustentamos en emociones —gestionarlas está muy bien, pero que nos manden ellas, no—.

Digo esto porque tras muchos reproches, mentiras y el recurso de usar la emoción del miedo, por fin tuvimos unos resultados electorales. No entro en colores, todos, unos más y otros menos, pero todos abusaron de esas tretas y, en general, de mala educación. Me preguntaba en campaña, me pregunto ahora al escribir y seguro que me lo preguntaré cuando las incógnitas terminen de despejarse: ¿por qué las personas, que aspiran a algo tan grande como es dirigir un país y representar a un amplio porcentaje de los ciudadanos, no muestran entre ellos y a la población el respeto que enseñamos en casa y en los centros escolares? Es fácil, solo tiene que imitar a los pequeños: agradecer (eso lo han hecho), felicitar (al contrincante con deportividad), no descalificar, argumentar su programa.

De momento los ciudadanos somos capaces de comparar y elegir lo que creemos mejor para todos. Y si no lo somos, porque también parece que en ocasiones no lo somos, por favor: pacten —comprométanse, juntos, sin derivas— con una educación verdadera y aprendan de ella; no cambien nuestro progreso y nuestro futuro como cromos inservibles; no venzan por usar el miedo como recurso. El miedo activa nuestras amígdalas y bloquea el razonamiento, por eso «todo nuestro razonamiento se reduce a ceder al sentimiento». (Blaise Pascal).

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