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Y de repente, otra guerra. Y, de nuevo, cientos de muertos. Y, otra vez, la población civil es víctima del odio, el fanatismo y el terror. Vivimos el inicio de una nueva guerra de duración y consecuencias no previstas por ninguno de los bandos enfrentados. ... Sólo está claro que en las guerras siempre ganan el horror y el dolor y en sus campos sólo germinan el odio y la venganza.
La acción terrorista de Hamás, con el probable apoyo de Irán, fue planificada para ser la más sangrienta y con el balance de víctimas israelíes más elevado después de 75 años de enfrentamientos. La brutalidad con la que se ha perpetrado merece una condena sin paliativos por su inhumanidad contra la población civil. El gobierno de Netanyahu, apoyado en la ultraderecha ortodoxa, que antepuso la seguridad a todo lo demás, ha sido desairado. Hasta ahora el número de víctimas palestinas siempre fue superior. La conmoción en Israel es total y la pregunta que planea es contundente: ¿dónde estaba el estado? La crudeza de lo ocurrido conmociona y hace perder la fe en el propio ser humano.
Pero la condena de la salvaje acción terrorista de los islamistas de Hamás, como las lágrimas en la lluvia, se diluye junto a la impotencia y la sospecha de que lo peor está por llegar. El legítimo derecho a defenderse de Israel es incuestionable pero eso no le autoriza a incumplir la legalidad internacional masacrando a la población civil de la Franja de Gaza. La Franja es una ratonera desde hace tiempo y con bombardeos indiscriminados, cortando el abastecimiento, la energía y la penetración de la ayuda humanitaria no se va a solucionar un conflicto eterno.
La venganza es una pulsión de consecuencias incontrolables y más cuando la alimenta el fanatismo de extremismos políticos ultranacionalistas, religiosos o una combinación de ambos. Cuando veo las caras de horror de la población civil de Israel y de Gaza me parece imprudente la rotundidad de tener que decidir entre los buenos y los malos en un conflicto que lleva vivo desde que en 1947 la ONU aprobara el Plan de Partición de Palestina (bajo administración británica) y la creación de dos estados (uno árabe-palestino y otro judío, con Jerusalén bajo régimen internacional por su significación religiosa).
Si los movimientos telúricos generan terremotos, los fanatismos generan los odios que justifican la guerra y la muerte. Mientras algunos culpan a sus malos y aplauden a sus buenos, las víctimas civiles se multiplican en ambos bandos. Solo ellas son las únicas inocentes en esta guerra de fanáticos y de intereses geoestratégicos espurios. Viendo las guerras recordadas u olvidadas (Ucrania, Siria, Yemen, Etiopía, Mali, Mozambique, Myanmar...) que perviven en el mundo hay motivos para creer que nos estamos autodestruyendo por exceso de egoísmo y soberbia.
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