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Como decíamos ayer, una parte de la élite política, alentada por la alta judicatura, llevaba casi seis años pasándose por el arco del triunfo la Constitución que juraron defender. Como nuestra carta magna tiene 45 años, el récord de incumplimiento es una larga noche oscura. ... El acuerdo para renovar el apolillado Consejo General del Poder Judicial ha llegado. Hay que felicitarse. Aplaudamos que, por fin, quienes se dicen garantes de la Carta Magna hayan tenido a bien poner fin a su vulneración. Para España un poco vergonzosa resulta la supervisión de la vicepresidenta de la Comisión Europea, testigo mudo de una foto que debió hacerse en Madrid. Ya somos mayorcitos para que nos pongan un vigilante en el recreo. Pero lo ocurrido en esta larga noche oscura es muy grave por socavar los pilares de nuestra democracia. Claro ha quedado que eso les ha importado un bledo a los obstruccionistas. Todos sabemos que el poder tiene muchos rostros y no siempre el verdadero poder lo ostentan los legítimos representantes del pueblo soberano, como el poder fáctico nos ha recordado.
El acuerdo, sólo cuestionado por los que ven traidores todo el rato, no ha llegado cuando convenía a España sino a quienes impedían su renovación. Estamos escarmentados de grandilocuencias que ocultan miserias. Han negociado a contrarreloj al ser evidente que la persistencia en la rebeldía dañaba tanto la imagen de esa judicatura intransigente, encastillada en la trinchera del enmohecido Consejo, como el liderazgo de Feijóo. No hay que ser un lince para oler el peligro que le acechaba. El persistente marcaje ideológico que a diario le procuran la baronesa Ayuso y el espíritu (santo) de Aznar le obligan a un discurso incoherente. Decir una cosa y la contraria es desconcertante si pretende ganar el centro. Reconozcamos que el pacto se lo debemos al insultador Milei y a la medallita que la baronesa le impuso. De vez en cuando Feijóo aparenta que manda. Pero que nadie se llame a engaño, volvió veloz a la senda marcada por sus tutores. Feijóo, como avergonzado del pacto, dice que el perro Sánchez planea llevar a España a 'autoritarismos' como los de Nicaragua, Cuba o Venezuela. Un dogma del PP y VOX sólo creíble desde la fe ciega. Lo ha dicho, muy oportuno, tras el acuerdo entre populares, socialdemócratas y liberales para gobernar la Unión Europea y frenar a la ultraderecha, en el que participaron Sánchez y el canciller Scholz.
Feijóo hubiera preferido que el pacto, como el beso de esa desgarrada canción de Chavela Vargas, nadie lo viera: «Nada me han enseñado los años/Siempre caigo en los mismos errores…/Tómate esta botella conmigo/Y en el último trago me besas/Esperamos que no haya testigos/Por si acaso, te diera vergüenza…/Tómate esta botella conmigo/Y en el último trago nos vamos». ¡Muy triste!
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