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El rasgado de vestiduras es tendencia política de este otoño más cálido de lo habitual. Las trompetas del apocalipsis llevan sonando desde que el PP, pese a haber ganado las elecciones, se estrelló contra la realidad parlamentaria y no pudo formar gobierno. La frustración en ... política siempre culpa a otros del fracaso propio. Una terapia demasiado infantil en esta adulta democracia. Ya se sabe que la necesidad siempre hizo extraños compañeros de cama y derivó en notorios cambios de criterio político. Desde el inicio de la democracia no ha habido presidente de gobierno que no se haya enmendado a sí mismo en alguna ocasión ante la incomprensión de los suyos. Dos ejemplos: Felipe González, «OTAN, de entrada no» o José María Aznar, del «Pujol enano, habla castellano» a hablar catalán en la intimidad, ceder el 30% del IRPF y traspasar competencias a Cataluña o suprimir los gobiernos civiles. Digan lo que digan, todos sueñan con alcanzar el poder y nadie puede asegurar qué hubieran hecho ambos expresidentes para conseguirlo en la España actual. No pongo la mano en el fuego.

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