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Aquellos que rezaban para que el papa Francisco pudiera ir al cielo cuanto antes han visto escuchadas sus plegarias pero su inquietud no ha desaparecido. ... Quienes tanto le insultaron rezan hoy para que el cónclave les traiga un papa de los de antes, algo así como un nuevo Pío XII pero un poco menos arisco para los tiempos actuales. En realidad lo que hizo el papa Francisco sólo fue sacudir el milenario árbol de la Iglesia católica para galvanizar un clero que se negaba a afrontar sus propias contradicciones. Un clero acrítico y acostumbrado a absolverse a sí mismo mientras condenaba duramente los pecados ajenos. Eso es lo que no le perdonan quienes rezaban por su muerte. Algo increíble si, como predican y según su fe, es el representante de Dios en la tierra.
Claro que si al Papa lo inspira el Espíritu Santo, como dice la doctrina, es de suponer que también lo protegía de sus enemigos. Pero yo no dejo de preguntarme si cuando Francisco intuía la presencia del diablo a su alrededor no la detectaba en esos rezadores a los que no espantaba el agua bendita porque se habían hecho resistentes a ser curados por ella. Esto son cosas mías pero tiene precedentes y, por tanto, algún fundamento. Yo no entiendo mucho pero creo que Francisco se inspiró en el concilio Vaticano II que impulsó Juan XXIII y continuó Pablo VI. Todo quedó después en el limbo. Cuando llegó Francisco ni del limbo ni del espíritu de aquel concilio quedaban restos. Ya se sabe que los aires reformadores que pretenden cambiar privilegios milenarios siempre despiertan desazones y oposición entre aquellos a los que cualquier adaptación a los nuevos tiempos incomoda.
La Iglesia católica española, al menos su jerarquía, siempre fue poco propensa a los cambios, por ello el espíritu del Vaticano II fue bienvenido por muchos sacerdotes de base pero no por aquella jerarquía tan unida a Franco y tan contraria al principio de libertad religiosa aprobado por aquel Concilio que detestaban. El sacerdote José Luis Martín Descalzo dejó escrito, en relación a las críticas de Pablo VI a actuaciones del dictador, que la mitad estaba favor del papa y la mitad contra él. No sé cómo estará el tanteo en la actualidad pero por ahí andará la cosa con los vientos reaccionarios que en el mundo soplan estos días.
Me cuenta mi imaginación que Francisco se asoma entre las nubes celestiales y contempla sonriente a los fieles que lo lloran. Los bendice mientras observa la llegada de los cardenales a su funeral. Quienes cuestionaron su autoridad aparentan una pena que no sienten mientras planifican intrigas para el inminente cónclave. Francisco suspira: ¡Gracias a Dios por llamarme a su presencia! Observad, mis queridos Pedro y Pablo, por mucho que recemos la condición humana tiene un punto ruin que persistirá eternamente.
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