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La reunión en el Senado de una agrupación internacional de activistas ultras dejó en España vientos provenientes de la Edad Media. Los políticos allí reunidos no solo añoran, como Vox, el pasado sino los regímenes autoritarios y las dictaduras mientras dicen defender las raíces cristianas ... de la sociedad arremetiendo contra derechos obtenidos tras años de sangre, sudor y lágrimas. Se declaran antiabortistas, incluso tras una violación; defienden las terapias para curar la homosexualidad y si persisten en su 'desviación', la cadena perpetua o, como proclama la ugandesa Lucy Akello, la pena de muerte.
Una de las estrellas del aquelarre senatorial fue el exministro de Aznar Jaime Mayor Oreja. Desde la vanguardia del movimiento ultra, afirmó que entre los científicos están ganando los que defienden el creacionismo divino frente a la evolución. Debe referirse a científicos del pleistoceno y a los que creen que la tierra es plana. Con asombroso ingenio comparó el derecho al aborto con la moda de la esclavitud. Lo dijo como si las mujeres abortaran por capricho y olvidando que todavía hoy la esclavitud persiste en oriente y en occidente aunque ellos no la vean.
Anunciaron que el mundo camina hacia el apocalipsis. Pero el desorden mundial no es consecuencia de las guerras salvajes y masacres, alentadas por algunos a los que admiran (Putin/Netanyahu), ni por las hambrunas que asolan el mundo o porque el 1% de la población mundial posea más riqueza que el 95% ¡Qué bah!, los destructores de la civilización son el avance del feminismo y de los colectivos LGTBI, el aborto y la eutanasia.
En este movimiento ultra idolatran a Putin, a Trump o a Milei que defienden que la igualdad y la justicia social son una aberración violenta, injusta y destructora del orden. El chileno José Antonio Kast, admirador de Pinochet, afirmó que quienes no vemos la vida como ellos los tememos porque son irreductibles y más ahora que el triunfo de Trump les ha dado alas para mostrarse sin complejos. No lo entiendo, pero de momento están ganando la batalla. Disfrazados de antisistemas convencen a los votantes de que sólo ellos les solucionarán sus problemas. Atónita, me pregunto, ¿tienen estos supermillonarios como Trump y sus nuevos hombres fuertes, Elon Musk o Paul Atkins (magnate de las criptomonedas) iguales problemas que el común de los mortales? Podridos de dinero ansían el poder total para que su vanidad crezca a igual ritmo que sus cuentas corrientes. Las dificultades del mundo y de sus votantes, que serán los más perjudicados de sus políticas excluyentes, les importan un bledo. Si perdemos lo que tenemos, ellos seguirán en sus torres doradas mientras el resto viviremos en el Medievo porque ninguna supresión de derechos o de red protectora les afecta a ellos: pueden comprarlo todo.
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