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Luego dirán que la Justicia es lenta. Y es que hablamos por hablar y sin fundamento, que diría Arguiñano. Todos hemos podido comprobar estos días que esta creencia popular es falsa y un insulto contra nuestros jueces y magistrados que guardan las esencias de los ... códigos penales, civiles, administrativos y demás familia. Quizá esta exageración se considere una intrusión y un asalto al sacrosanto Poder Judicial que anda muy alterado porque la mayoría del vulgo confiesa creer poco o nada en la justicia y menos en los más altos magistrados del escalafón. Pero la lentitud de los juzgados ha quedado desmentida. Fue aparecer en el Boletín Oficial la Ley de Amnistía y, el mismo día, lo más granado del Poder Judicial se alzó como en Fuenteovejuna y, todos a una, se pusieron a blandir informes y autos desde la amanecida. «Temprano madrugó la madrugada», habría dicho el gran poeta Miguel Hernández.
Y es que cualquier observador, favorable o contrario a dicha medida de gracia, puede dar fe de la prontitud con la que jueces y fiscales se han ocupado del tema. Maravillado está todo aquel ciudadano que alguna vez haya tenido que acudir a un juzgado. Se cuenta que más de uno envejeció acudiendo a preguntar por su asunto y falleció sin saber cómo terminaría su pleito. «Nada se parece tanto a la injusticia como la justicia tardía», dicen que dijo Séneca antes de que existiera España. Algún día habrá que hacer algo señorías del Olimpo judicial además de salir a manifestarse y a mostrar al pueblo soberano el poder omnímodo de las puñetas de sus togas que yo, ilusa, creía que simbolizaban su independencia.
Más allá de la ironía, sólo alcanzo a decir: ¡pobre Constitución!, cómo te invocan en vano quienes más descaradamente te incumplen. Ahí tenemos al órgano de gobierno de los jueces sin renovar desde hace más de cinco años. Eso impide nombramientos, colapsa la administración de justicia, hunde su prestigio y cabrea al ciudadano. Escuchar las excusas del supuesto constitucionalista Feijóo negándose a negociar la renovación para evitar que el malvado Sánchez asalte la Justicia es de una hipocresía insuperable. Siguiendo la teoría del PP, el bueno de Rajoy, en 2013, la asaltó con éxito y la dotó de una mayoría conservadora que no quieren perder. Es fácil intuir por qué. La realidad es que el Consejo General del Poder Judicial está secuestrado. Por vergüenza torera estos magistrados, tras más de 2.000 días caducados, debieron dimitir. Hoy son cómplices de tan rastrera maniobra política mientras exigen a los demás cumplir la Constitución que ellos pisotean. ¡Manda güevos! Todo huele a vergonzoso desafío contra el Estado de derecho. En este país es más fácil condenar a un padre por robar leche en el supermercado que a las élites por pasarse la Constitución por el arco del triunfo.
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