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Quienes desean que los ciudadanos acabemos aborreciendo la política, doy fe de que poco a poco lo van consiguiendo. Entra un poco de desgana seguir por el suelo patrio la ruta de los insultos diarios sin perderse en este desierto de inteligencia. Es misión imposible ... encontrar un oasis en el que fluyan con frescura argumentos e ideas en vez de las vísceras inflamadas de agravios y ofensas.
Dice Feijóo que la clase política actual «es la peor de los últimos 45 años». Se incluye él mismo, con la boca pequeña, porque no hacerlo le haría parecer un engreído. Pero a lo que vamos. Yo no sé si los políticos de antes eran mejores pero al menos no se perdían el respeto como ahora. Encoge el alma escuchar las barbaridades que se dicen con pruebas o sin ellas. Repito, no sé si eran mejores, habría de todo, pero eran capaces de ser responsables y llegar a acuerdos difíciles por el bien de todos y no sólo de sus partidos. Empiezo a pensar que la Transición y la consolidación de la democracia en España no hubieran sido posibles en un clima de enfrentamiento vacuo e insensato como el actual. Aquel no fue un tiempo fácil y denigrarlo ahora con ligereza desde un tiempo de libertades consolidadas es muy injusto. Juzgar el ayer con los ojos del presente siempre lo es.
Como lo más didáctico son los ejemplos pondré alguno. Esta semana ha fallecido el exlehendakari (1985-1999), José Antonio Ardanza. Fue un político de ese pasado que dice Feijóo. No soy nacionalista pero recuerdo aquel tiempo de amenazas graves contra la democracia por la ultraderecha y por ETA y valoro a políticos como Ardanza. En 1985 hubo 38 asesinatos de la banda terrorista y al año siguiente, 41. La tensión era terrible y se respiraba miedo en un ambiente sórdido. Ardanza y su vicelehendakari, el socialista Ramón Jáuregui, impulsaron el Pacto de Ajuria Enea (1988) que supuso la unidad de acción contra ETA. La esencia era ser demócratas antes que nada para acabar con la violencia etarra más allá del interés de cada cual. Dudo que los políticos que hoy siguen usando el espantajo de ETA, ahora que ya no existe, fueran capaces de llegar a acuerdos por la eficacia en la lucha contra el terrorismo y el interés general dejando a un lado la pelea partidista.
Dice Puigdemont, un político de los de hoy, que abandonará la política sino es investido 'president'. ¡Pues que se vaya y no vuelva!, dice el sentir general. Te pilla la noticia haciendo la sopa y se te desbordan la perola y las meninges. Este ególatra, proclamador de repúblicas efímeras, huyó como un vulgar cobarde y ahora el villano se siente el héroe del pueblo al que traicionó. Y es que en estos nacionalistas de hoy todo es fingimiento. Quizá la épica, como la fe, tenga motivaciones que la razón no entiende. Yo no entiendo nada desde hace tiempo.
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