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Desde que Trump volvió a la Casa Blanca no pasa día sin sobresalto. Es imposible sustraerse a su omnipresencia y a sus decisiones cada una más asombrosa que la anterior. Quien crea que suelta 'a bote pronto' la primera barbaridad que se le ocurre está ... muy equivocado. Su plan está meticulosamente trazado, se sabe impune (gracias a los jueces) y está probando si alguien se atreve a poner límites a su poder. Si no hay resistencia seguirá, no cree que las leyes y las reglas puedan frenar sus deseos. Se siente omnipotente y no duda en expresar con total crudeza sus ideas. Nadie puede llamarse a engaño, nadie dirá jamás que fue ambiguo al expresar sus objetivos políticos. Él está por construir un Nuevo Orden Mundial cuyas normas son su santa voluntad y la teoría que lo inspira: el 'mishuevismo', que él es un hombre de verdad. Dijo, en su primer discurso, que venía a devolver a la política el sentido común, dejando claro que sólo tienen sentido común quienes piensan como él.
Es el nuevo héroe del wéstern y su política pasa por sacar la pistola el primero y a ver quién se atreve a no tirar sus armas antes de salir corriendo. Desde el advenimiento del nuevo emperador de la galaxia (no olviden que Musk, que se cree Tarzán, va a conquistar Marte) la brusquedad, el chantaje y la amenaza son las reglas de juego que sustituyen a la diplomacia.
Escribo desde la ironía pero también desde la indignación. De cuanto le llevamos oído, lo que me ha resultado más cruel e inhumano es su plan de transformar Gaza en la Riviera de Oriente Medio. Como está junto al mar qué mejor, dice Trump, que construir un inmenso complejo turístico. Un lucrativo negocio sobre los escombros y más de 47.000 muertos. ¿Y la población de Gaza? Pues muy sencillo, el rey de Jordania y el presidente de Egipto, cuyos gobiernos dependen de la ayuda económica de EE UU, ya nos dejarán unos terrenitos (tras algún nuevo chantaje) y que se las apañen.
La inmensa sonrisa de Netanyahu lo decía todo. El gran amigo americano le ha autorizado a acabar con Gaza, quedarse con Cisjordania y con lo que quiera. Trump ha verbalizado lo que Netanyahu y los ultras de su gobierno llevan años buscando y no se atrevían a confesar. Expulsar a los palestinos de sus tierras y enterrar la idea de los dos estados fue el objetivo desde el principio. Es el triunfo de la fuerza, el exterminio de la dignidad humana. Dice la ONU que ese plan viola la legalidad internacional. Bastante les importa a Trump y a Netanyahu ni la ONU ni la legalidad. Si nadie les planta cara y por miedo el mundo les ríe las gracias otras potencias seguirán el ejemplo de burlar fronteras ajenas. La silenciosa y dividida Europa, minada por aliados de Trump, ¿será capaz de defender principios democráticos y éticos frente a la ley del más fuerte? No lo creo.
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