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Gregorio Samsa despertó una mañana convertido en un monstruoso insecto, tumbado sobre su espalda dura y en forma de caparazón. Kafka creó este inquietante personaje en La Metamorfosis. Cien años después de su muerte, un perturbado escribió para la historia otra metamorfosis, la de Donald ... Trump. Lo hizo con un rifle semiautomático estilo AR-15, de los que abundan en EEUU. Lo cargó de odio y convirtió a un político, escaso de escrúpulos y perseguido por los escándalos, en un héroe tocado por los dioses. Como si Zeus le hubiera regalado su rayo, Trump con el puño en alto y aureolado con la bandera americana arengó a sus seguidores. Estaba a salvo: «No tengo miedo, Dios me ha salvado de lo impensable». El miedo y la furia son un cóctel imbatible.
El renacido Trump surfea sobre una ola de entusiasmo y como E.T. con su largo dedo casi toca la cúpula de la Casa Blanca. Atrás queda su condena por abusos sexuales y difamación, los juicios pendientes por evasión de impuestos y otras debilidades humanas. El velo del éxtasis colectivo todo lo tapa. Por fortuna salió ileso. Todos, pero sobre todo él y los suyos deben llamar a la convivencia porque la polarización política crea fanáticos dispuestos tanto a justificar la violencia como a utilizarla contra el que piensa diferente. Ese es el cáncer al que deben poner remedio. Desconozco si la bondad y la tolerancia son contagiosas pero no tengo dudas que el odio sólo genera más odio.
La moderación y la cordura están en franco declive. Este mundo camina hacia un orden internacional como el de los tiempos más oscuros de la historia. Un mundo en el que las democracias serán una especie en extinción, sustituidas por falsas democracias iliberales, con derechos y libertades recortados. Trump y Putin, con el apoyo vital de China serán los aliados de ese tiempo nuevo tan antiguo. Trump siempre ha soñado ser como Putin, poder gobernar sin contrapesos democráticos. El Tribunal Supremo de los EEUU ya le ha garantizado una inmunidad propia de los reyes absolutistas del pasado. Europa se debilita cada día por la acción de políticos de corte autoritario como el presidente húngaro Viktor Orbán. Sus visitas a Trump, Putin y Xi Jinping dibujan un horizonte que tiene como finalidad desestabilizar la Unión Europea desde dentro con su nuevo grupo Patriotas por Europa (Marine Le Pen, Victor Orbán, Abascal, Mateo Salvini y compañía).
El resurgido Trump fortalecido por Dios, según creen él y sus seguidores, tiene enfrente a un buen presidente. Pero Biden, a su pesar, aparece cada día más debilitado ante un electorado desconcertado. Nuestro Antonio Machado escribió que «ni el pasado ha muerto, ni está el mañana –ni el ayer– escrito». Ya veremos, pero en el año de Kafka el presente y el futuro del mundo se me antojan angustiosamente kafkianos.
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