Hasta cinco veces repitió Luis Rubiales que no iba a dimitir y cada vez que lo hacía la expresión de su rostro delataba la verdad. Su aparente firmeza no podía ocultar el hundimiento interior de un hombre, circunstancialmente poderoso, que no entiende qué le está ... pasando. Con todos los apaños que tuvo que tejer para escalar a la cúspide del fútbol español se cree hoy víctima de una injusticia. Con todo lo que ha trabajado para salvaguardar su tesoro, llevarse la Supercopa a Arabia Saudí es el mejor ejemplo de su avaricia, ahora cae en desgracia por un puñetero beso de mierda. No nos engañemos, hoy es más evidente que Rubiales no era el protector del fútbol español sino el ángel custodio de su mina de oro.

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Cuando amagó con la dimisión y vio que el alivio era el sentimiento mayoritario en sus alrededores y en la sociedad decidió encastillarse mostrando una fortaleza de la que en realidad carece. Poder y dinero son efímeros, como la fama y las fidelidades compradas. Pero Rubiales no lo sabía porque sobrevaloraba su suerte y su demostrada impunidad. Por eso, en la última asamblea de la Federación (RFEF), repitió hasta cinco veces que no iba a dimitir mientras se abría bajo sus pies un inmenso precipicio por el que comenzó a despeñarse en caída libre sin posible amortiguación final.

Estaba eufórico y se sintió reconfortado porque los aplausos ocultaban la realidad: ya no era nadie. Como cualquier cacique que se precie, Rubiales había fidelizado a federaciones y equipos técnicos repartiendo las migajas del tesoro. El halago del aplauso era el tributo debido, pero la ficción duró poco. Segundos después de suspenderlo la FIFA, los entusiastas aplaudidores comenzaron a negarlo igual que Pedro negó a Jesús hasta tres veces. Apuesto a que hoy, Jorge Vilda y Luis de la Fuente renegarían de él hasta cinco veces más si con eso pudieran salvaguardar sus puestos de seleccionadores nacionales. Ya saben que el poder atrae a los moscones hacia quien lo administra hasta que lo pierde, entonces todos huyen. Rubiales está llevando este drama con asombro.

Jenni, pese a la dignidad con la que se ha comportado, está sufriendo porque, una vez más, la víctima es objeto de burla y de insultos indignantes, aunque la reacción mayoritaria de la sociedad, rechazando lo ocurrido en Sidney, es reconfortante. La ciudadanía ha cambiado y la igualdad entre hombres y mujeres avanza inexorablemente. Los dirigentes del fútbol deben abandonar la caverna. El fútbol debe basarse en el respeto a los hombres y mujeres que lo practican desde la transparencia y sin corruptelas continuas. La mejor lección para Rubiales y quienes le apoyan (hombres y mujeres) es que el triunfo de la selección española, además de la copa del mundo, nos ha traído un viento de regeneración tan necesario como imparable.

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