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Hasta cinco veces repitió Luis Rubiales que no iba a dimitir y cada vez que lo hacía la expresión de su rostro delataba la verdad. Su aparente firmeza no podía ocultar el hundimiento interior de un hombre, circunstancialmente poderoso, que no entiende qué le está ... pasando. Con todos los apaños que tuvo que tejer para escalar a la cúspide del fútbol español se cree hoy víctima de una injusticia. Con todo lo que ha trabajado para salvaguardar su tesoro, llevarse la Supercopa a Arabia Saudí es el mejor ejemplo de su avaricia, ahora cae en desgracia por un puñetero beso de mierda. No nos engañemos, hoy es más evidente que Rubiales no era el protector del fútbol español sino el ángel custodio de su mina de oro.

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larioja El hundimiento