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Gisèle Pelicot, como dije la semana pasada, me recuerda a la ninfa Lara que, tras advertir a su hermana de la intención de Júpiter de violarla, fue castigada al silencio y a ser violada por Mercurio. Pero la dignidad de Gisèle, al advertirnos de los ... peligros que nos acechan en lo inesperado, exige de una valentía poco común. Ser violada reiteradamente por decenas de hombres mientras tu marido disfrutaba y grababa lo que hacían contigo sin tú saberlo ni consentirlo, ausente tras haber anulado tu voluntad mediante sumisión química es de una perversidad sádica. Gisèle ha sufrido una ignominia infinita. De pronto descubrió lo que estos violadores, sin escrúpulo alguno, hacían con su cuerpo con total desprecio a su persona. Fue sólo un trozo de carne sin voluntad con el que satisfacer sus deseos inconfesables.

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larioja La dignidad de Gisèle