Secciones
Servicios
Destacamos
La experiencia cotidiana enseña que todo es relativo en esta vida, algo aplicable a las desgracias que acontecen en este mundo en constante espiral autodestructiva. Llevamos meses de insultos graves entre políticos, mensajes redundantes de que España se rompe y otros excesos sobre el desastroso ... país en que vivimos. Cuando ya conteníamos el aliento ante la profundidad del abismo, llega un apocalipsis verdadero. El 7 de octubre, los terroristas de Hamás asesinaron a más de 1.400 personas en territorio israelí y capturaron más de 200 rehenes. Después, ninguna noticia da paso a la esperanza.
Aterra el horror y las innumerables desgracias que acechan a la población civil de las partes enfrentadas. Nadie puede negar a Israel su derecho a defenderse del brutal atentado buscando destruir objetivos de Hamás en la Franja de Gaza. Pero lo que estamos viendo encoge el alma. Hasta las guerras tienen reglas, para eso está el derecho internacional. Miles y miles de personas expulsados del norte de Gaza, huyendo de sus precarias casas sin poder llevarse nada, sorteando bombas, sin comida, sin suministros, sin esperanza. La catástrofe del ataque al hospital de Gaza corta la respiración porque deja a la luz la inhumanidad de la guerra. No hay mayor cobardía ni mayor crueldad que atacar un hospital lleno de personas vulnerables. Hoy sólo podemos contar los muertos y ni siquiera conoceremos todas las tragedias personales y las secuelas psicológicas que deja esta tragedia. Creo que nunca sabremos quién disparó el arma asesina. Nadie va a confesar su responsabilidad en la creación de ese infierno, no creo que tenga ni tan siquiera remordimiento de conciencia. El mal se oculta siempre tras las coartadas que ofrecen los tiempos de guerra.
Biden ha abrazado a Netanyahu y le ha dado su apoyo, nada nuevo. No obstante, le ha aconsejado que no se dejen llevar por la rabia porque además de ser un Estado judío, también son una democracia y estas «no viven con las reglas de los terroristas». Ha mencionado que la solución de «los dos estados» significa que ambos pueblos puedan vivir a salvo, en paz. Las bellas palabras y las buenas intenciones han sido tantas veces pronunciadas que es difícil darles crédito. Porque en esta historia de atrocidades, los buenos y los malos se confunden y alternan cada día. La verdad es borrosa y tenue. Lo único cierto de este horror es que el odio crece entre la desesperación y ese odio perdurará por generaciones.
«No hace falta que añadan horror, ya hay bastante», ha dicho Borrell, jefe de la diplomacia europea al denunciar la desinformación. Cree que «las decisiones más difíciles se toman cuando se está al borde del abismo. Y ahora estamos al borde del abismo». Yo también lo creo y veo que éste sí que es profundo. Aquí, sus señorías siguen insultándose.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.