La bien pagá

«Mardito sea el dinero, que con él se compra too». Pero ¿se pueden comprar la dignidad, la grandeza o el honor? En el año 2020, Juan Carlos I de Borbón, rey de España durante más de 38 años, se fue a vivir a Abu Dabi por voluntad propia. Sólo él sabe por qué. Hasta esa fecha en esta patria, que nunca ganó para sustos, se habían cerrado bocas, pagado encubrimientos y creado una red de complicidades que garantizaban al rey una impunidad inmoral. Pero, ¿con qué dinero se pagó el silencio?

La leyenda del rey que cuentan nos salvó del golpe de estado el 23 F ha quedado maltrecha para siempre. No era un secreto, pero las pruebas de su relación con Bárbara Rey son la guinda del pastel de la ignominia ocultada a nuestros ojos. La figura del emérito se desmorona entre el reproche, la chanza y la pena. Porque un poco de penita da verlo metafóricamente desnudo. ¡Confío que no lo veamos como vino al mundo en algún vídeo! El pasado no lo salvará de su tesoro de miserias humanas. Un hombre esclavo de su bragueta que olvida quién es y cuenta secretos de estado en la cama de sus amantes. Alfonso Armada (condenado tras el 23-F), sí que sabe guardar silencio no como Sabino Fernández Campo… Penoso porque deja abierta la duda de los secretos que guarda el exgeneral Armada. Un bombardeo intenso está cayendo sobre la jefatura del Estado.

«Mardito sea el dinero» que a veces compra y a veces vende famas, honras y coronas. El silencio que ayer se compró hoy se malvende. La Corona pisoteada por el hombre que la representaba. Esto es hoy incontestable. A Corina el rey le regaló 65 millones de euros. Dicen que Bárbara fue pagada con 600 millones de pesetas y contratos en televisión. En el silencio pagado y hoy roto Bárbara dice muy enfadada: «El rey está en deuda conmigo. Porque no lo he sido nunca, pero si tengo que serlo, como puta voy a ser la más cara del mundo». Si Corinna Larsen recibió 65 millones de euros cuanto ocultará.

Canta Miguel de Molina… «si tú eres la bien pagá, porque tus besos compré, bien pagá fuiste mujer». Lo más humillante es que los besos que se dieron y que ya no volverán los pagamos a escote todo el pueblo soberano y soberanamente burlado. Si el futuro de la monarquía no está escrito, el pasado es urgente reescribirlo.