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Al ver a Rubiales tocándose los testículos con una euforia exagerada, tras ganar nuestras jugadoras el mundial de fútbol femenino, no pude evitar recordar algo que ocurrió en Calahorra hace ya más de treinta años. Hubo una vez un concejal, de cuyo nombre no quiero ... acordarme, que presidía una corrida de toros en una día en el que la plaza estaba ¡abarrotá, abarrotá! Uno de los toros, blando de remos, cayó repetidas veces y la multitud se volvió hacia la presidencia protestando airadamente. El presidente, molesto, se levantó del asiento y ostentosamente, como para evitar que el gesto pasara desapercibido al público, se tocó los testículos varias veces para asombro del respetable que, a todas luces, estaba siendo insultado. Poco después, en la tertulia taurina, el crítico Alfonso Navalón le preguntó sobre lo inadecuado de afrentar a la afición con ese gesto. El concejal contestó, sin inmutarse lo más mínimo, que simplemente se había rascado sus partes pudendas porque le picaban. En aquel tiempo no pasó nada, muchos rieron la hombrada. Lo intolerable fue justificado como una broma sin importancia del ufano concejal.

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larioja El beso