Cuando se ven atrapados en asuntos que no son de su edad, los niños acaban perdiendo. El 18 de mayo de 2021, las autoridades marroquíes estaban indignadas con el Gobierno de España porque en un hospital riojano se había acogido al líder del Frente Polisario, ... Brahim Ghali, que se encontraba bastante enfermo. Tal fue el enfado, que dieron la instrucción de que las fuerzas de seguridad hicieran la vista gorda en la frontera con Ceuta. Y ahí fue cuando 5.000 personas llegaron a tierra española. Unos 1.500 eran menores. Los niños iban con ánimo de fiesta. En unos casos les habían dicho que era una excursión a España. En otros, les aseguraron que iban a ver un partido de fútbol con Ronaldo y Messi. ¡A ver quién se queda en casa ante tales promesas! Los colegios se vaciaron mientras los chavales, excitados y contentos, se apresuraban a cruzar la línea divisoria. No sabían que eran el elemento principal de una venganza porque en las guerras, cruentas o no, los niños suelen convertirse en ariete y parapeto. Ni de lejos estaban Ronaldo o Messi. En esa excursión solo se veían soldados, policías y tanques. La realidad era mucho más cruda: 850 menores fueron acogidos en albergues y en una nave industrial. Había quienes deambulaban por el puerto, probando a entrar en algún barco rumbo a la península.

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En agosto de ese año, fue devuelto por las bravas medio centenar de críos. Nadie se preocupó de saber cuál era su situación. Cogieron a los más mayores, a bulto, sin ningún otro criterio. Ahora, el Tribunal Supremo ha sentenciado que estos chicos fueron puestos en serio peligro por la devolución «ilegal» realizada por la Delegación del Gobierno y el Gobierno de la ciudad autónoma y con el visto bueno del Ministerio de Interior. Que no se observaron los requisitos y procedimientos previstos en la ley de extranjería. Que se vulneraron los derechos y la integridad física y moral de los menores devueltos. La falta de escrúpulos de Marruecos no justifica que España obrara de tal manera. No se trataba de delincuentes peligrosos. Solo eran niños.

Y la respuesta del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, ha sido tirar balones fuera. Algo parecido ha hecho con el hacinamiento de los solicitantes de asilo en Barajas. La Cruz Roja, contratada por su ministerio, ha abandonado la tarea porque le resultaba imposible colaborar en esas condiciones sin abordar a fondo el desafío. Mientras, no se oye ni siquiera críticas indirectas desde la oficina del presidente del Gobierno. El Ejecutivo no está para templar gaitas en estos momentos, en los que sus apoyos tienen abiertas varias fisuras. Marlaska podría dar un paso adelante y facilitar las cosas a Sánchez.

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