La Princesa Leonor juraba la Constitución en el Congreso el 31 de octubre. El acto fue un paréntesis de calma. De fondo, arreciaba el ruido con que la oposición afronta la próxima investidura de Pedro Sánchez y las tiranteces entre los posibles socios. Más allá ... de las posiciones sobre monarquía sí o no, y de las ausencias de los partidos que prefieren una república, se trató de uno de esos eventos de cuyo interés dan fe los comentarios en la calle o cosas tan sobadas como la compra de objetos decorados con el rostro de la heredera del trono. Los modos y la edad de Leonor inspiran simpatía. Las que tenemos hijas habremos pensado cómo habría sido el aterrizaje de ellas en la vida militar, arrastrándose incluso con equipos de mucho peso. También lo demostró respondiendo ante tanta expectación, con expresión seria, pero a la vez sonriente. Transmitiendo amabilidad y empatía. En su discurso pidió un voto de confianza. Yo confío.
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Confío en que no se deje atrapar por la solemnidad y la rancia tradición, que también se traslucía en las palabras que le prepararon. Lo deseable será que no esté pegada a lo anterior, a la política bipartidista, a la cerrazón ante lo nuevo, al negacionismo climático, a los viejos modos de sus lejanos antecesores. Es de esperar que, en su día, Leonor sea una reina moderna, imbuida de lo que vive la gente de su edad, aupada en las nuevas tecnologías y a años luz de las rencillas y los cotilleos de vieja del visillo que se trae la derecha más anticuada.
Incluso pienso que a jóvenes de su edad hoy podría gustarles usar la bandera española sin que les llamen fachas como algo natural, por más que haya muchos ridículos que reclaman su propiedad. Los de su generación están más interesados en el futuro del planeta, en su futuro laboral y personal y en los avances que nos esperan, mientras les indignan las peleas indecorosas en el Congreso. Es más, en la cena de cumpleaños de Leonor, que la banda sinfónica de la Guardia Real interpretase piezas de La Oreja de Van Gogh, el Mediterráneo de Joan Manuel Serrat o un recopilatorio de Abba infunde esperanzas.
Del transcurso de ese día destaco la afectividad que demostraron entre sí el Rey y su hija con señas y miradas, y con su padre preocupado por arreglarle la coleta desbaratada después de recibir las medallas del Congreso y del Senado. Y hay que resaltar el momento en que Leonor rodea los hombros de su madre con su brazo. Letizia, evidentemente emocionada, necesitaba sin duda ese gesto cariñoso y protector. Ahí es cuando pensé que, pese a su juventud, la princesa puede ser de fiar.
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