Con escaso tiempo para recuperarme del desatino mayúsculo del líder de Vox, Santiago Abascal, expresado con motivo de la toma de posesión del presidente de Argentina y amiguete ideológico, Javier Milei, cuando exhibió uno de sus pensamientos más profundos sobre Pedro Sánchez: «Habrá un momento ... dado en que el pueblo querrá colgarlo de los pies». Así evocó la imagen del gran fascista italiano, colgado boca abajo junto a su pareja, demostrando hasta dónde se puede llegar en el turno de desatinos expresados por algunos de nuestros representantes. Sin ir más lejos, la portavoz de Junts, Miriam Nogueras, desde la tribuna del Congreso de los Diputados llamó «indecentes» a tres jueces vinculados a procesos contra los independentistas en el pleno que comenzaba la tramitación de la ley de Amnistía. Por si fuera poco, les regaló el título de «personajes indecentes».

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En ese clima exacerbado, el presidente del Gobierno acudió el 13 de diciembre al Parlamento Europeo para la clausura de la presidencia española del Consejo de Europa. Y como no podía ser de otra manera, el presidente de los populares, Manfred Weber, en su intervención obvió hablar de Europa y de los desafíos de futuro, y arremetió contra Sánchez por la ley de amnistía, el 'lawfare' y las relaciones con Puigdemont. También criticó a los jueces. Fue ácido y algo chulesco.

Sin perder la calma, además de explicar los trabajos realizados durante su semestre, Sánchez respondió a Weber, afirmando que lo que amenaza a la democracia es el avance de la ultraderecha y la irresponsabilidad de la derecha tradicional (…) El tándem reaccionario es el que debilita, silencia medios de comunicación, frena la transición ecológica, ponen en jaque los derechos de las mujeres. «Le interpelo, señor Weber: ¿Se siente cómodo siendo cómplice?».

Luego tomaron la palabra varios eurodiputados de nuestro país. Cada uno en defensa de sus posiciones, sin entrar en el debate entre Weber y Sánchez. Era lo que tocaba. Pero, al principio, se había producido algo muy infrecuente. Mientras comparecía el presidente español, se escucharon una serie de ladridos que se repitieron al concluir Von der Leyen su moderada reflexión. Resulta que era un europerro lazarillo presente en la Cámara que, según se propagó después con muy buen humor, mostraba su acuerdo con su colega 'Perro Sanxe', según el mote que le aplican algunos de sus adversarios. Más tarde, volvió a hacerse oír con mucho peor tono con el siguiente interviniente, Manfred Weber. Lo tuvieron que sacar porque no paraba de ladrar. Eso fue lo mejor del debate.

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