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Antes, cuando se preguntaba a cualquier ciudadano por sus deseos para el nuevo año, la respuesta recurrente solía ser que se acaben las guerras, que no haya hambre en el mundo y que se descubran tratamientos eficaces contra el cáncer. Respecto al primero, no hemos ... avanzado. Las guerras continúan enriqueciendo a las empresas de armamento, dotan de un poder sanguinario a unos y otros mientras se destruyen sin contemplaciones vidas inocentes. Todos los días asistimos a las matanzas por Israel de niños y mayores en Gaza, inmolados a causa de una acción despiadada, mientras, por suerte, los tratamientos contra las neoplasias avanzan a buen ritmo.
Pero la hambruna continúa. A causa de los mismos conflictos bélicos, las consecuencias del cambio climático y, en todo caso, a partir de la desigualdad que se arrastra desde la niñez. La deuda mundial de los países menos favorecidos es un obstáculo más, a menudo insalvable.
Los avances en la lucha contra el cáncer están dando resultados potentes, gracias a la acción de miles de científicos que, en la soledad de los laboratorios, trabajan sin pausa. Pero, hay que reclamar que los hallazgos reviertan en todos los puntos del planeta, sin que queden aparcados en las sociedades más avanzadas, en una acción de egoísmo financiero que ignora los escasos recursos de los países que dedican minucias a la investigación y a la sanidad de sus ciudadanos.
Y, ¿cuáles serían nuestros buenos deseos para aquí y ahora? En primer lugar, que se consoliden y continúen las mejoras sociales y económicas para seguir andando por el camino que debería llevarnos hacia la igualdad. Que no haya retroceso alguno en los derechos consolidados, que se acabe la violencia contra las mujeres y que se eduque para corregir la deforme visión que un sector de niños y adolescentes tienen sobre los temas más íntimos. Y, por favor, que en este 2024 se acabe con la fórmula del insulto como herramienta política: un hábito detestable utilizado para crispar a una sociedad que lo que realmente le importa es conseguir vivienda, trabajo y un ambiente familiar y social agradable.
Todo esto, sin ignorar que en la lista de deseos para el Año Nuevo, siempre se plantea algo que al final no se alcanza. Sin ir más lejos, la intención de acudir al gimnasio, incluso de los más convencidos que se inscriben y no llegan a pisar las instalaciones. Pero, admitiendo que los deseos, deseos son, en el panorama político más inmediato contamos que, la supuesta decidida voluntad de renovar el Consejo General del Poder Judicial no se convierta en la alegoría del gimnasio. ¡Feliz Año Nuevo!
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