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Yo debo de ser un bicho raro, porque en el duelo televisivo entre David Broncano y Pablo Motos no veo un ganador sino un empate. Lo digo por mí, pero igual yo no soy representativo. No sé si la tecnología que mide el share televisivo ... tiene en cuenta a los pistoleros del mando a distancia con pilas nuevas y de bala veloz. Yo lo que hago es cambiar todo el rato. Un minuto Broncano. Otro, Motos. Sin tregua, y casi acabo viendo los dos programas. Cuando terminan me invade una sensación de vacío inconmensurable, tengo la sensación de haber tirado mi tiempo a la basura.
Los dos programas son anestesia visual. Compiten para ver cuál te coloca más. Somos adictos a los ansiolíticos televisivos. Yo, el primero. Con plena conciencia de que estoy derrochando el tiempo de mi vida todas las noches me pongo con el mando a distancia en la mano a pegarle tiros a la tele. Y mi mando a distancia funciona tan bien que casi consigo la simultaneidad de los rostros de Broncano y de Motos. Me fascina de Broncano el haber encontrado la mejor pregunta del mundo para hacer a sus invitados: ¿cuánto dinero tienes en el banco? Es la única pregunta que importa. Pero todo el mundo sale con evasivas.
Los dos, Broncano y Motos, son dos grandes profesionales. Eso es indiscutible. Pero son profesionales de la nada en que vivimos todos, de la chorrada infinita, de la risa agilipollada, de la tontería homologada. Porque las tonterías que se dicen en los dos programas tienen que estar homologadas, deben de gozar de la aprobación moral y cultural de esta sociedad. Sin embargo, el programa de Broncano es más neurodivergente. Y puede que lo vea diez minutos más que el de Motos. Hay que apoyar la neurodivergencia en un mundo previsible. Dentro de cincuenta años, cuando la gente se ponga nostálgica y vuelva a echarles un vistazo a 'La revuelta' o a 'El hormiguero' daremos pena, la misma pena, una pena compasiva y piadosa, que dan los programas de entretenimiento de 1974.
Nadie puede huir de su tiempo. Y quien más preso está de su tiempo es la televisión. Pero ahí me tienen todas las noches. Todas las noches me 'embroncano' o me 'motorizo', como millones de españoles. Somos gente 'embronconada' o 'motorizada'. ¿Qué hacer si no a las diez y media de la noche de un lunes, un martes, un miércoles o un jueves? No te vas a poner a leer a Platón o, aún peor, la Biblia. O no te vas a poner a escuchar la novena sinfonía de Beethoven. De sexo, mejor no hablamos. Y acabas haciendo eso: revolverte o subirte a una moto, hasta que ya te entra el sueño y te vas a dormir, vacío como una perdiz.
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