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Me lo recomiendan mis amigos, mis hijos, y mi hermano, y por supuesto mi mujer: hazte un seguro médico privado. Soy afortunado porque me podría pagar un seguro privado si quisiese. Pero entonces, ¿para qué demonios pago mis impuestos? ¿Por qué pagar dos veces por ... lo mismo? ¿No habíamos quedado en que nuestro sistema público de salud es uno de los mejores del mundo? Ay, amigos míos, que seguimos siendo un país de hipócritas. Yo seguiré con mi seguridad social y no me haré ningún seguro médico privado, so pena de ser el español más inocente y directamente imbécil de este país. Lo que yo llevo mal es la hipocresía, porque la hipocresía es moralmente insoportable. Y veo a toda esa gente que dice que tenemos que pagar impuestos para tener un sistema sanitario universal, fraterno, solidario, excepcional, motivo de orgullo patrio, etc, etc, pero al paso ocultan que tienen un seguro privado. Así ocurre con todos los políticos, los miles y miles de políticos españoles, que tienen sus clínicas privadas y sus ambulatorios sin colas ni listas de espera. Y a mí me parece muy bien.
Me parece estupendo que la gente haga lo que le dé la gana, que elija lo que quiera. Lo que yo llevo mal es que luego se lo callen, o que me hagan pagar dos veces por el mismo servicio médico y solo para mantener tranquila y en paz la conciencia social de miles y miles de españoles que eligen lo privado por la espalda pero exaltan hasta niveles de fe religiosa las bondades de nuestros sistema público de salud, que no utilizan. De modo que seguimos siendo un país de apariencias. Hace cincuenta años eran unas apariencias, ahora son otras. Pero decir la verdad nos da terror. Porque España es un país donde reina el famoso «pero qué dirán». Este «qué dirán» es voluble, muta con cada época, pero se asienta en lo mismo, en que nos asusta la naturalidad de la verdad desnuda.
Cuántas veces vi a profesores de enseñanza pública defender las excelencias de lo público pero mandar a sus hijos a colegios privados para que aprendieran inglés de verdad. Yo mandé a mis hijos a la enseñanza pública. Y ahora me arrepiento, pues no aprendieron inglés. Creo que soy el último idiota de este país. Yo sí creí y creo en lo público, y lo demuestro con hechos, pero todos esos políticos que pontifican sobre la sanidad y la educación públicas pero luego se van a la clínica Ruber y mandan a sus hijos a estudiar a colegios británicos, todos esos políticos son hipocresía pura y dura, y al final la hipocresía da asco.
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