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Se lleva el río unas piedras del puente Mantible y salta un coro plañidero como si fuera el acabose, el gorigori inesperado para un vestigio histórico del que Logroño ha pasado olímpicamente desde que el Ebro nace en Fontibre. ¿A qué viene ahora tanto golpe ... de pecho, a qué semejante melodrama? Como si no estuviésemos vacunados contra la desidia pública y privada (sí, también la privada) que ha lacerado tanto nuestro patrimonio, el común y el particular. La lista de desaires al acervo histórico en Logroño y La Rioja en redondo es tan grande como la hipocresía que hoy delata a los que desde hace décadas no han hecho nada por evitar tanto desprecio. Y es tan evidente como el fariseísmo de esta misma sociedad a la que le ha importado una higa su historia, sus piedras, sus puentes, sus casas y sus pueblos. Así que no vengan ahora con lágrimas. Los que pueden, que hagan algo con lo que queda antes de que se lo lleve el río pensando que es otra mierda; y los demás, calladitos. Y que Lorca me perdone este remedo.
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