Dos años después, la diputada Raquel Romero, consejera de Igualdad, ha conseguido su objetivo. Ya nadie le hace caso. Desde que consiguió pillar cacho en el Gobierno, doña Raquel se propuso llevar en el Parlamento una vida de monja clarisa, aunque sin hacer galletas: se ... limita a pasar las horas en silencio, abismada en sus profundidades, entregada a la augusta contemplación de una divinidad que a veces adquiere la forma de una tablet y a veces la de un teléfono móvil.

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Hasta este jueves, los diputados de la oposición –sobre todo los de Ciudadanos– no dejaban pasar un debate sin señalarla con gruesas palabras y acerbas metáforas. Hablaban todos ellos del «chiringuito de Podemos», del voto comprado con nueve millones de euros, de la portentosa capacidad de doña Raquel para la contratación de altos cargos, del curioso incidente del director general a medianoche, de todas esas simpáticas cosillas. Pero este jueves solo Garrido (PP) deslizó que para el volumen de trabajo que se maneja en esa Consejería a lo mejor hubiera bastado con una jefatura de servicio. Pareció como si la presencia de doña Raquel en el organigrama gubernamental se hubiese aceptado ya con el fatalismo del que sufre un fenómeno natural devastador e impredecible: a otros les explota un volcán, aquí nos ha tocado esta Consejería. Cada cual carga con su cruz.

«El gobierno depende de una coalición que apoya los regímenes dictatoriales de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y que no duda en justificar la violencia de extrema izquierda»

Jesús Ángel Garrido | PP

En su lugar, Baena y Garrido –sobre todo Baena– decidieron meterse con un hueso muchísimo más difícil de roer: la diputada de Izquierda Unida Henar Moreno, sostén y aguijón del gobierno de Concha Andreu. Ya disculparán los señores del PP, pero uno tiende últimamente a fijarse más en los de Ciudadanos porque ve cómo se están extinguiendo poco a poco, lánguida e inexorablemente, como el lince ibérico o el águila calva, y teme que de aquí a las próximas elecciones no queden ejemplares vivos ni para rellenar un documental del National Geographic. Por lo menos, hay que reconocer que en el Parlamento los cuatro individuos de la especie naranja que todavía subsisten cazan en grupo y aún no han empezado a devorarse entre ellos, como sus hambrientos colegas del Ayuntamiento de Logroño.

«Que todos los riojanos se enteren de quién parte realmente el bacalao. Usted, señora Andreu, no se mueve ni un poquito en La Rioja si no lo dice Henar Moreno»

Pablo Baena | Ciudadanos

El caso es que Baena, en media hora de discurso, citó 26 veces por su nombre a Henar Moreno, aunque también la llamó 'la Reina Roja', que suena más a best-seller y a monarquía medieval que a caudillo bolivariano, pero cada cual escoge sus metáforas y sus sinécdoques. Las intervenciones de Baena y de Garrido dejaron en el aire una pregunta, que nadie –y menos Andreu– quiso responder: ¿Cuánto manda realmente Henar Moreno? Lo cierto es que la interpelada, que nunca renuncia al cuerpo a cuerpo y se faja con la ferocidad y la consistencia de los púgiles cubanos, da la impresión de mandar mucho, sobre todo cuando saca la fusta y le mete puyitas a doña Concha para que no se le desvíe del camino ortodoxo. Ya sabemos que estos blandos del PSOE, en cuanto se les deja solos, se arriman al Ibex y al crucifijo como monaguillos asustados.

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«(Al PP) No tienen proyecto ni alternativa y como no pueden ofrecer un plan B se dedican a embarrarlo todo. Tienen en el fango a su aliado»

Raúl Díaz | PSOE

«(Al PSOE)A veces a ustedes les tiemblan las piernas cuando se enfrentan a las grandes empresas y a la patronal de las escuelas católicas»

HENAR MORENO | IU

«Vivimos en una democracia en la que hay que buscar acuerdos si no se tiene la mayoría absoluta. El inmovilismo nos lleva al fracaso»

Concha Andreu | Presidenta de La Rioja

A medio debate, cuando ya llevábamos dos o tres horas de discursitos, el presidente del Parlamento llamó la atención a algunos diputados gamberretes del PP. Andreu, que estaba en el atril, se giró y le dijo: «¡Qué paciencia tiene usted!». Jesús María García suspiró y respondió:

– Más que el santo Job.

Y eso que a él lo llevan en un Lexus, tiene el parking pagado, gana un sueldazo y hay ujieres que le cambian la jarrita de agua. Imagínese los demás.

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