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El otro día se publicó el informe PISA. En España nos salió regular; en La Rioja, también. Tirando a mal. Y como ocurre siempre, a muchos nos ha dado la tentación de reaccionar como los malos alumnos: el profe me tiene manía. Y el examen ... iba a pillar.
Algo que, en fin, siempre tiene la misma respuesta. Hijo mío, si suspendes un examen, pues igual. Si suspendes muchos seguidos, la culpa va a ser tuya.
Y eso nos va pasando en La Rioja. No es que el sistema sea un desastre, porque no lo es y toda exageración es tontería. Pero cuando un examen exterior sostenido a lo largo de los años nos va diciendo que esta carretera pica hacia abajo, será mejor hacer caso, porque las tendencias no suelen engañar.
Por eso me gustó ayer leer la reacción del consejero Cacho a estos datos. Pasando de los números gruesos, nuestro responsable de Educación hizo, creo, el diagnóstico correcto. Que sin caer en la tentación de la catástrofe, la cosa no va bien. Y que debemos cambiar algunas cosas de nuestro sistema educativo, que es la piedra sobre la que se levantan las demás.
Acierta por ejemplo en la primera medida básica: aumentar la inversión, y hacerlo de manera sostenida durante toda la legislatura. Y acierta, también, en otro principio: la distribución del alumnado inmigrante de una manera más equitativa entre los centros. Mejorar el nivel educativo de la población inmigrante repercute en su bienestar, en el nuestro y en su integración. Y todo eso es bueno.
Qué quieren que les diga: me encanta oír de un gobernante que las cosas no van bien. Es la única manera de solucionarlas.
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