Una mala copia golpista
Lula deberá superar los obstáculos que los poderes bolsonaristas introducirán sin descanso. Restituir las instituciones democráticas y combatir la desigualdad
DANIEL REBOREDO
Miércoles, 11 de enero 2023, 21:30
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DANIEL REBOREDO
Miércoles, 11 de enero 2023, 21:30
La idea y la esperanza del cambio es algo fugaz que solo subsiste hasta el primer golpe de realidad. Así ha ocurrido con un acontecimiento más que presente hace tiempo en nuestro imaginario. Nos referimos al intento del 'golpe de Estado ciudadano' que las hordas ... bolsonaristas llevaron a cabo el pasado domingo en Brasil. Pronosticado desde hace tiempo, finalmente acaeció a modo de mala copia golpista de lo sucedido en Estados Unidos cuando los seguidores de Trump asaltaron el Congreso el 6 de enero de 2021.
Recordemos que, además de la sede del Congreso Nacional, los fanáticos extremistas ocuparon también la del Poder Judicial y que si el Palacio de la Alvorada no fue atacado es porque aún Lula no reside allí. La tentativa golpista brasileña, previsible a la par que desconocida en la historia del país, se incluye en una línea estratégica del neofascismo internacional que tiene en EE UU, actualmente, a uno de sus mejores representantes: Steve Bannon, antiguo asesor de Donald Trump.
«Rescatar el país», «la ideología de género» y el «comunismo» son siempre los argumentos de iniciativas como la presente que, en el fondo, no deja de ser un ensayo, un entrenamiento, una tentativa, desestabilizadora previa a la inevitabilidad del arbitrio militar. En fin, algo muy viejo y manido en la historia de la Humanidad, pero que sigue dando resultado.
La connivencia por acción u omisión de parte del Ejército brasileño es asimismo una realidad que se refleja en el hecho de que el campamento en el Cuartel General del mismo, que el ministro de Defensa, Múcio Monteiro, aseguró que «se iba a desvanecer» poco a poco, era la vanguardia logística de la turba que ocupó Brasilia, desde la que se desplazó después a la Plaza de los Tres Poderes. La inteligencia brasileña del Gobierno federal conocía los preparativos de los grupos extremistas, ya que la prensa se hizo eco del movimiento de los violentos que se trasladaron a la capital para reforzar el campamento en el área del Cuartel General del Ejército y promover el ataque que se llevó a cabo el domingo.
Por otra parte, la indulgencia, cuando no aceptación, de la Fuerza Nacional (policía civil y militar y bomberos) que el ministro de Justicia, Flavio Dino, convocó para mantener el orden en la Explanada de los Ministerios explica la facilidad con la que se movieron por las calles de Brasilia los miles de alborotadores que posteriormente invadieron los edificios del Congreso, del Palacio de Planalto y del Tribunal Federal y que, a pesar del atentado contra la democracia y al Estado de Derecho del que estaban siendo protagonistas, no fueron ni siquiera identificados. Labor ésta que se convierte en trascendental para la democracia brasileña, al igual que el desenmascaramiento de la financiación y los elementos políticos en los que se ha sustentado la rebelión ultra del domingo.
Lula debe tener mucho cuidado y llevar a cabo una solícita, a la par que meticulosa, política, que implica, en primer lugar, intervenir y controlar la gobernación de Brasilia, y a continuación cambiar la cúpula de los servicios de inteligencia del Estado y del Ejército, movilizar y organizar a su base electoral y recuperar el control de calles y plazas. Lo acaecido en Brasilia es parte de la herencia tenebrosa de Jair Bolsonaro, la de un país roto, polarizado y con una vida pública totalmente envenenada. Las expectativas de su vuelta dan paso a la dura realidad y la reunión con sus 37 ministros el pasado viernes va en esa dirección.
Criterio, disciplina, procedimiento, serenidad y temple deben caracterizar su Gobierno para soslayar y superar las dificultades y palos en la rueda que los poderes bolsonaristas van a introducir sin descanso. El anuncio de medidas como la recuperación de programas sociales –'Bolsa Familia' y 'Hambre Cero'– suprimidos por Bolsonaro, normas en pro de los derechos indígenas y de protección ambiental y la eliminación de disposiciones del anterior presidente (armas, ciencia y tecnología, cultura, educación, sanidad, secretos de Estado, seguridad pública, vacunación, entre otras) encontrarán fuerte resistencia de aquellos a quienes han beneficiado. El bolsonarismo sigue muy presente en Brasil.
Lula da Silva no deberá olvidar que su figura simboliza la esperanza de un país mejor y que su principal tarea es la restitución y funcionamiento de las instituciones democráticas, la lucha inmisericorde contra la enorme desigualdad que corroe la democracia brasileña y la recuperación del protagonismo internacional de su nación (Celac, Mercosur, Unasur, relaciones con la UE y EE UU...).
La magia no existe ni los milagros van a manifestarse por generación espontánea. Brasil necesita a un Lula que se mantenga alerta y que analice los errores cometidos. A un Lula que supere la amenaza, la corrupción y el miedo a enfrentar la realidad.
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