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Hubo un tiempo en el que iba a centros escolares a dar charlas sobre la Constitución. Confieso mi preferencia por las aulas de Primaria donde explicar su importancia no requería recitar artículos sino destacar su valor regulador de nuestra convivencia. Descubrí que los más pequeños ... sentían un interés especial por el rey Juan Carlos I. No sé si comprendían que eso de ser rey no era como en los cuentos que leemos en la infancia. En ellos, el rey ordena y manda sin límites y enseguida nos congraciamos con los reyes buenos y detestamos a los déspotas, pero a todos les atribuimos un poder ilimitado no sometido a leyes sino a sus propios deseos. Cuando les explicaba que, en una monarquía constitucional, los reyes reinan pero no gobiernan, sus rostros dibujaban la sorpresa e incluso el asombro. No entendían que la democracia excluye la impunidad y la ley limita y delimita el poder de cada institución.

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larioja ¡Ay, majestad!