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Nunca he sido de vivir en las afueras. De esas personas que sueñan con una casita aislada, en medio del campo, donde no les llegue ... el sonido de la civilización. No. A mí me gusta salir de mi casa y ver que hay gente en la calle, en las plazas, en las terrazas. Oír que hay vida en mi ciudad. Turistas descubriendo sus entrañas, familias reunidas. Que hay personas riendo, y charlando, y tomando un vino o probando un nuevo pincho.
Sin embargo, en el extremo de este cuento, está la situación a la que se enfrentan algunos vecinos de Logroño: muchos residentes de la zona del Casco Antiguo acusan un descontrol e incivismo en las calles, en especial, durante los fines de semanas, alegando cuestiones de habitabilidad, salud y orden público.
En este sentido, hace ya algunas semanas, se difundió por redes sociales un vídeo titulado 'la gran meada' en el que se podía observar a nada más y nada menos que siete personas orinando en medio de la calle Bretón de los Herreros, entre maceteros y mobiliario de terrazas. Una situación que se reproduce semana tras semana y que afecta a esta calle y a otras zonas del casco viejo.
Pero los problemas no terminan aquí. Además del ruido o las meadas en la calle, la extensión de las terrazas y la basura son otro de los puntos de fricción entre residentes y hosteleros. En esta línea, tampoco han sido pocas las fotos difundidas que muestran, en crítica al sistema de recogida de basuras en Logroño, pilas y pilas de residuos amontonadas en las calles durante las primeras horas de la mañana.
Las despedidas de soltero son uno de los principales acusados en esta historia. Una historia para la que, según a quién se pregunte, el culpable es uno u otro. Y es que el dedo acusador apunta, según quien lo dirija, a los propietarios de los locales de ocio y restauración, al Ayuntamiento o a la propia ciudadanía. Pero sea como fuere, mientras unos echan la culpa a los otros y los otros a los unos, las posiciones enfrentadas no paran de crecer, hasta el punto de que esto se ha convertido en una guerra de bandos que parece no tener fin.
Por el momento el Consistorio ha tomado la medida de suspender la concesión de nuevas terrazas y de nuevas licencias de locales de ocio en la zona. También se ha puesto en marcha la campaña de carteles rojos, que todos hemos podido ver, incitando a la conciencia cívica y recordando las sanciones existentes por orinar o vociferar en la vía pública. Junto a ello, la presencia policial en las zonas y en las horas más conflictivas también se ha visto incrementada.
¿Llegará pronto un acuerdo de intereses entre los vecinos y los hosteleros? ¿O nos veremos inmersos en esta guerra de forma indefinida? Decidirse por quién tiene razón resulta difícil, al igual que lo parece llegar a un consenso en el que todos salgan ganando. Pero dar solución a este tema debe ser prioritario antes de que se convierta en un verdadero, y aún más grave, problema de convivencia en pleno corazón de nuestra ciudad.
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