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Me pongo en la piel de quienes están sufriendo la crisis económica sin anestesia y tengo que leer varias veces algunas de las noticias que lleva hoy mi periódico de cabecera. Por ejemplo, mimetizo con los que se ganan la vida en la construcción y ... no doy crédito: la Consejería de Sostenibilidad y Transición Ecológica vende las partidas presupuestarias asignadas a inversiones como motor de impulso para «la reconstrucción económica y social de la región», cuando la mitad de ese dinero, la mitad, 35 millones de euros que se dicen pronto, se va a pagar deuda, la del soterramiento.
Ahora soy la gerente de una empresa de envases y todavía no sé a estas alturas, llevando meses con el tema, ni dónde, ni cuántas empresas, ni para cuándo una Ciudad del Envase que, además, deberá competir con los proyectos de otras regiones. Con buenas palabras y mejores propósitos no se construye un plan estratégico de futuro.
O ahora tengo arrumbadas en la cómoda de la entrada las llaves de la peluquería, de la tienda o del bar. Me froto los ojos: ayudas directas por el cierre forzoso que están preparadas, pero sin estarlo. Pero en qué manos estoy. Y no por el PP, por el uso partidista de una verdad a medias, o por el Gobierno, que dejó llegar la convocatoria a la plataforma nacional de subvenciones. Es por lo que dice que dijeron los agentes sociales, FER incluida: parad las máquinas, que hay que darle una vuelta a esto. Y yo, con mi Titanic desahuciado y sin el Carpathia del BOR para rescatarme.
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