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En plena resaca de una apoteosis mujeril fomentada, amplificada y apologizada hasta el agotamiento, intento situar las cosas en su justa medida y, para empezar, el millón de mujeres que se manifestaron «masivamente» en España el día 8 supone el 4% del censo, pero a ver quién titulariza que la inmensa mayoría se quedaron en casa. Aún así, la oportunista y desvergonzada manipulación electoralista de la efeméride por la izquierda fue tan efectiva como siempre. Si la democracia, la cultura, la protección social, el progreso, la libertad, el ecologismo, la igualdad, el cine, la sexualidad o la memoria «serán de izquierdas o no serán» (Azaña, a propósito de la II República), cómo no iba a serlo el feminismo.
El DRAE define hembra en primer lugar como «animal del sexo femenino» (y pone como ejemplo un gorila hembra, no una gorila) y en segundo «mujer (persona del sexo femenino)». En cambio, curiosamente para la misógina Real Academia (8 señoras y 44 señores), la primera acepción de macho es «animal del sexo masculino» (ej.: una rana macho, que no un rano) pero la segunda no, como cabría esperar, «varón (persona del sexo masculino)» sino «mulo». Además, el diccionario recoge el término machismo, que no define «prepotencia de los machos», como debiera, sino «de los varones» respecto de las mujeres, pero no admite hembrismo.
Sin embargo, dado que para el fundamentalismo feminista radical resulta machista hasta cederle un señor el paso en una entrada o el asiento a una señora, comentar un chico lo buena que está una chica que lo está o felicitar a la anfitriona por lo bien que estuvo la cena, es hora de que, por analogía, los varones denominemos hembristas a las agresivas actitudes androfóbicas de un feminismo extremista, entendido como lucha de sexos («Yo no salí de tu costilla, tú saliste de mi coño») o activismo político exaltado («Casado, yo te hubiera abortado»), que no representa las sensatas y justas reivindicaciones femeninas.
Un estudio publicado por El País asegura que en España «el 62% de los homicidios son de hombres a hombres, el 28% de hombres a mujeres, el 7% de mujeres a hombres y el 3% de mujeres a mujeres» (nunca se oye nada sobre violencia hembrista pero, como el cáncer de mama masculino o Teruel, existe). En 2018 murieron por «violencia machista» 47 de las 24.000.000 de españolas, el 0,00019%. Sin menospreciar en absoluto estas tragedias, parece claro que su dramatizada repercusión social («nos están matando») es exageradamente desproporcionada a su incidencia y no justifica el alarmado clima de pesadilla nacional que se está creando. Como rezaba una pancarta colgada del monumento a Espartero, «el machismo mata», sí, pero sobre todo (siete de cada diez) a varones. El hombre no es el enemigo de la mujer. El hombre asesino es enemigo mortal de su víctima, sea una mujer o, con mayor frecuencia, otro hombre.
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